
(En un salón modesto. Pedro está sentado en el sofá, con gesto inexpresivo, como en trance. Carmen lo observa de pie, con los brazos en jarra.)
Pedro (monótono, como un robot):
—Hola… mmm… soy el contestador automático de Pedro. Deje su mensaje después de la señal. Piii.
Carmen (sorprendida):
—¡Ostias, Pedro!
Pedro (serio, sin mover un músculo):
—Que no, que no soy Pedro.
Carmen (riendo incrédula):
—Venga, Pedro, déjate de tonterías.
Pedro (exaltado, casi enfadado):
—¡Que no soy Pedro, coño! ¡Soy el contestador!
Carmen (señalándolo con burla):
—Mira, cariño: tienes la cara de Pedro, la voz de Pedro y hasta la misma tontería de Pedro. ¿Es por lo que dije de tu madre? Que sí, coño, ¡que es muy pesada!
Pedro (suspira, bajando el tono):
—Que no soy Pedro.
Carmen (cruzada de brazos):
—Entonces, ¿dónde está?
Pedro (solemne):
—Está… de viaje astral.
Carmen (irónica):
—¿Y tú quién coño eres?
Pedro (enderezándose, orgulloso):
—Soy un espectro.
Carmen (arqueando una ceja):
—¿Un qué?
Pedro (teatral):
—Un fantasma.
Carmen (riendo):
—¿Fantasma de quién? ¿Del Conde Lucanor? ¿Un caballero medieval caído en batalla?
Pedro (carraspea, serio):
—No, señora. Soy Ramón. Morí de un ataque al corazón cuando me subieron la jornada laboral, allá en la postguerra.
Carmen (curiosa):
—¿Republicano?
Pedro (orgulloso):
—Repueblerino. Vine a Madrid a atormentar falangistas, pero ya casi no quedan.
Carmen (mordiéndose el labio, acercándose):
—¿Y qué haces cuando posees el cuerpo de mi marido?
Pedro/Ramón (con calma):
—Poca cosa. Siento la brisa en la cara, paseo, leo libros modernos.
Carmen (susurrante):
—¿Y… tienes sexo?
Pedro/Ramón (escandalizado, se lleva la mano al pecho):
—¿Sexo? ¡No, señora! ¡Por Dios! ¿Ha visto la cara de su marido? Parece el Fary con sobredosis de lima.
Carmen (avanzando con decisión):
—Anda, empieza.
Pedro/Ramón (retrocede, nervioso):
—¡Señora, no haga eso!
Carmen (tentadora):
—Te va a gustar, lo sé.
Pedro/Ramón (desesperado):
—Señora, vístase por Dios.
Carmen (cada vez más encima):
—Sí, así, venga… sigue.
Pedro/Ramón (grita, casi suplica):
—¡Que está casada!
Carmen (sonríe, burlona):
—Sí, pero a ti te gusta.
Pedro/Ramón (suspira, derrotado):
—Bueno… claro… después de cincuenta años en el limbo…
(De pronto, Pedro sacude la cabeza, vuelve en sí y se queda mirando la escena horrorizado.)
Pedro (gritando):
—¡Carmen! ¿Qué coño pasa aquí? ¿Qué estás haciendo con Ramón?
Carmen (inocente):
—¿Ramón? ¿Qué Ramón?
Pedro (duda, rascándose la cabeza):
—Nada… por un momento pensé…
Carmen (quitándole importancia, se acerca con picardía):
—Es que empezaste a hablar como un contestador y me puse como una moto.
Pedro (titubeante):
—¿Te gusto, mi vida?
Carmen (guiñando un ojo):
—Ya le daré yo al Ramón a ver si también le gusta…
Pedro (aturdido):
—¿Qué dices, cariño?
Carmen (cogiéndolo del brazo):
—Nada, nada… al lío.
(Se apagan las luces, mientras ella lo arrastra fuera de escena. Pedro se escucha de fondo, resignado.)
Pedro (en la oscuridad):
—Oye… me tienes que enseñar eso de las proyecciones astrales…
(Oscuro. Suena un “Piiiip” de contestador.)
Hidrogenesse – A los Viejos
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