
Bajo esta luna que los antiguos llamaron del castor o de la escarcha, tejemos un hilo de luz.
Hoy celebramos esta magnífica noche llena gracias a las letras y la mirada de Blanca y su blog Un Rincón Para Pensar, cuya fotografía eleva el cielo y nos devuelve el asombro.
Gracias por capturar no solo la luna, sino el instante donde el mundo se detiene y el alma se abre. Disfruten de ésta colaboración.
Desde el balcón, trenzas brindando al viento, suspiraba sin remedio sobre los olivos.
Nubes que al pasar dejaban ver una redonda silueta:
tan blanca que era casi azul.
—Te veo triste. ¿Qué te pasa?
—Nada. Melancolía de viernes sin bailar. Y sin la luna de testigo.
—Estoy aquí, boba. ¿No ves que soy yo quien te habla?
—Ah… Pues ni eso me alivia. Penada me quedo.
—Pero ¿por qué tantas ganas? Si bailas hasta en tu casa.
—Pero esta noche estará él. Esperando, espero.
—¿Y quién es él?
—Quien me ama.
O eso creo —dijo un suspiro.
—Quien te ama, te espera.
—Pero no puedo. No me dejan salir y por eso triste me muero.
—Pobre niña ahogada en su pesar.
—Si tan solo pudiera escapar una hora… mejor dos —suspiró.
—Tal vez pueda hacerlo —dijo la luna.
—¿Qué, luna mía?
Un resplandor tan espeso la envolvió que pudo deslizarse dentro de él.
Corrió entre nervios para romper la distancia que la separaba de su amado.
La luna la vio partir y murmuró:
—Ve. Y vuelve.
Que yo te guardaré el cielo.
En tu cuarto creciente se comienza a ver tu belleza.
Luna llena, protectora de mis noches en vela.
Cuarto menguante, te resistes a abandonar a aquellos que te admiran.
Luna nueva, elegantemente das la espalda para después volver a brillar con más fuerza.
B.D.E.B.
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