
—El señor Coelho, supongo.
—Está en lo cierto. Usted debe de ser Thomas Wolf.
—Entre, le enseñaré las instalaciones.
La mansión era más grande de lo que esperaba: un bosque de varias hectáreas rodeaba en secreto aquella edificación gigantesca. Misterioso lugar para insólitos huéspedes.
—Tras la entrada, el recibidor y este salón, que usamos cuando organizamos algún evento.
—Lo veo como un lugar tranquilo.
—No se deje engañar por las apariencias. Si no hubiera distracciones, este sería un lugar con problemas. La armonía existe gracias a tener a todos bien ocupados.
Tras enormes pasillos, miles de puertas. En hileras, como en un viejo hotel olvidado. En cada una, una respiración diferente.
—Como ya sabrá, no estamos solos, señor Coelho. Somos muchos y muy diversos. En la congregación nos dedicamos a rescatar y guiar a este tipo de… personas. Gracias a su generosa donación podremos aumentar las cifras de rescates.
—Me imagino que fue una sorpresa al solicitarles más implicación por mi parte.
—No se crea. Tras la donación, me di cuenta de que no había otra posibilidad. Es usted uno de nosotros. Por lo tanto, también tiene derecho a ser rescatado. Le asignaremos una habitación. Pero, para eso, necesito saber…
—¿Qué necesita saber?
—Sus características. Necesitamos saber dónde ubicarlo.
—No entiendo… ¿no somos todos iguales?
—Solo en parte.
—¿A qué se refiere?
—A su metamorfosis, claro. Queremos saber a qué criatura nos enfrentamos. ¿Ve esa puerta?
—Sí, claro.
—Esa habitación pertenece a un ursu panaru, un hombre oso ruso. Es muy simpático; se llama Sergey. Pero, por supuesto, no se lleva bien con Tritón, el hombre reptil, ni con Elena, la mujer pantera.
—Ah, ¿entonces hay más tipos de animales?
—Por supuesto. Mire, yo soy de los clásicos: un hombre lobo de transformación en luna llena. Necesitamos saber qué es usted. No lo discriminaremos; solo lo pondremos con los más parecidos a su… especie.
—Bueno, es que yo…
—Necesitamos una transformación. Esa es la norma. ¿Qué necesita para hacerlo?
—Pues… lo puedo hacer aquí, si quiere.
—Adelante.
—Me da un poco de vergüenza.
—Piense que aquí somos todos como usted.
El señor Coelho se desabrochó los botones de su camisa nueva, se desprendió de la americana beige y puso los ojos en blanco. Su cuerpo empezó a temblar, su rostro comenzó a burbujear y sus orejas se alargaron.
—Dios mío… no —susurró Thomas Wolf, intentando contener sus instintos.
Una liebre salió a toda velocidad, tropezando con dos caballeros que subían las escaleras. Se perdió en el bosque sin dejar rastro.
Tras ella, raudo como el viento, un colosal lobo negro, que con mirada penetrante pasó de largo, adentrándose entre los árboles.
—Pero… ¿ese que va con tanta prisa no es el señor Wolf?
—Parece. Tenía ahora una cita con un tipo nuevo.
—Pues parece que le ha salido conejo.
Nick Cave & The Bad Seeds – Red Right Hand
¿Y tú… de qué animal te transformarías si te invitaran a esta mansión?

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