
Esa noche oscura no resistí al monstruo de debajo de la cama.
Me amenazaba incansable: arañando cortinas, susurrando amenazas, haciéndome creer más pequeño, menos valiente, más prisionero de temores imaginarios.
Pero me cansé de esperar el fin y quise ir a buscarlo.
Cuando todos dormían, me apresuré a deslizarme desde mi habitación para caer en un salón oscuro lleno de miedo.
Vacío, poblado solo por las sombras grises que danzaban al ritmo del viento.
Siguiendo las baldosas grises, la encontré:
la apagada, muda y solitaria pantalla, que tanto ansiaba ver por las tardes en la merienda.
Eclipsando diversión con noticias absurdas de ancianos muertos y princesas cantando.
Mi dedo temblaba.
Mi corazón sacudía mi pecho, advirtiendo que huiría lejos si seguía con mi empeño.
Y no pasó nada al conectarlo.
Solo una pantalla de colores raros, de figuras geométricas absurdas y un pitido sordo.
Cuadros de colores: azules y amarillos, verdes y grises.
Estáticos.
Me quedé encadenado en el reflejo, desilusionado del temor, esperando un destello.
Ocurrió algo.
Un fundido en negro.
Letras amarillas anunciando un secreto.
Dos rombos blancos señalando el pecado.
Y, por fin, ella: vestida con poco, transparente capa que iba deslizando, descubriendo su piel blanca.
Me miraba fijamente.
Sus labios deseaban mis besos y en su cuerpo ya no había nada.
Curvas desnudas interrumpidas por una llamada.
—José Miguel, ¿qué haces que no estás durmiendo?
—Tenía miedo… —dije asustado. Sabía que lo que estaba viendo era pecado. Esperaba un castigo divino a manos de un padre desvaído—
—¿Y te viniste a ver la tele?Mi padre ignoró el contenido de la televisión, la apagó y me acompañó en silencio a la cama.
En silencio descubrí que el castigo de Dios no llegaría esa noche.
Golpes Bajos – Malos Tiempos para la Lírica

Replica a BDEB Cancelar la respuesta