
El pentagrama se iluminó. Encendieron las velas, y el viento las apagó.
Dio gracias al aire, al fuego que se había extinguido, al agua de la lluvia y a la tierra que pisaba descalza.
En la penumbra del círculo, él la esperaba en silencio.
Con facciones delicadamente duras y un cuerpo delgado, tenía una apariencia muy humana para ser un demonio. Solo lo delataban los pequeños cuernos que asomaban por encima de su frente. Al verla, se le iluminó la cara.
—Veo que me has llamado de nuevo. ¿Qué necesitas hoy?
—Me sentía sola y no sabía a quién llamar.
—Mientras esté dentro de este círculo soy tu sirviente… y tú necesitas un amigo.
—Solo quiero hablar.
—Invítame a una copa y sentémonos.
Ella barrió, de manera elegante, una esquina del círculo que lo apresaba. Él le regaló una oscura sonrisa.
De un paso, intentando no tocar las líneas que decoraban el suelo, se puso a su lado. Le cogió suavemente las dos manos y dijo:
—Ha sido una muestra sincera de confianza. ¿Qué tal si soy yo quien te invita a ti?
—¿A qué?
—A salir de aquí, a distraerte un poco.
—¿A dónde me vas a llevar?
—Es una sorpresa.
La oscuridad nubló su mente y la niebla la expulsó a un lugar distinto.
Un desierto de arena roja y matorrales bajos, donde el viento arrastraba suavemente el polvo cálido en el extraño anochecer de dos lunas gemelas.
—¿Dónde estamos?
—Este es el lugar que habito.
—No pensaba que el infierno podía ser tan… hermoso.
—Y lo es. Pero aún no has visto nada. Ven conmigo.
De nuevo le cogió de la mano, y ella se estremeció al contacto.
Se dejó llevar hasta la entrada de una cueva. En su oscuridad, vio reflejos azules en las paredes que marcaban el camino.
Bajaron durante un buen rato por unas escaleras talladas en la roca, hasta que la luminosidad terminó por parecer la del día.
Un enorme lago plateado reflejaba el brillo que parecía brotar del propio techo de la caverna. Irradiaba luz, calor… y vida.
Alrededor se amontonaban plantas de cristal y, con ellas, diversos animales: insectos luminiscentes que en el techo parecían estrellas, batracios de colores y canto melódico. Incluso creyó ver un pequeño felino rondando entre las rocas.
—No pensaba que tanta belleza…
—¿…estuviera en el corazón del Averno?
—Sí.
—Eso es porque tu reflejo ahora embellece el lago.
Se quedó pensativa un momento, intentó disimular una sonrisa y le contestó:
—¿Estás intentando ligar conmigo?
—¿Yo?
Ella le dio un empujón y él, fingiendo perder el equilibrio, le lanzó una semilla que reventó en purpurina de colores brillantes.
—¿Qué me has tirado?
—Nada que dañe tu cuerpo astral.
Con expresión de indignación, agarró una de esas semillas y se la estampó justo en el pecho, dejándole el torso brillante.
—Niña insolente.
Pasaron un buen rato en una verdadera guerra de colores, donde cada explosión estaba hecha de juego y risa.
Hasta que, cansados, decidieron sentarse en una enorme roca plana que iluminaba en un azul apagado.
Contemplaron el ondulante círculo del agua del lago y los peces fluorescentes que saltaban al compás.
—Bueno… ¿y de qué querías hablar? ¿Qué era eso tan importante por lo que me habías invocado?
—Te vas a reír.
—¿Más que cuando te estampé la semilla en la cabeza?
—Mucho más.
—¿Qué fue entonces?
—Que no me acuerdo en absoluto de mis preocupaciones.
—Será porque no eran importantes.
Chelsea Wolfe – Feral Love
Replica a BDEB Cancelar la respuesta