
—¿Tiene ya el informe de la búsqueda de Dios?
—Sí, Señor Supremo, lo tengo.
—Bien… ¿Y qué hemos encontrado? Con todo el dineral que nos donaron los fieles, tiene que haber noticias claras, ¿no?
—Lo cierto es que sí, Señor Supremo. Tenemos algo muy claro.
—Vale, ¿qué hemos descubierto?
—Es que… no le va a gustar.
—Vamos, vamos. No será tan terrible. No creo que haya nada que desajuste mucho nuestra fe.
—Mejor se lo resumo. Mandamos las balizas a lo largo del universo, como sabe, y llegaron hasta confines insospechados…
—Exacto, buscando cualquier prueba tangible de la existencia de Dios.
—Con la información recogida, nuestro superordenador cuántico —enlazado en tiempo real a través del ansible con los sensores remotos— procesó todos los datos.
—Eso ya lo sabemos. ¿Qué hemos encontrado?
—Verá… nuestro universo, tal y como sospechábamos, tiene forma de esfera perfecta. Pero no está solo. Existen multitud de universos similares.
—Sí, y también creíamos que la unión de todos ellos formaría la figura de Dios.
—Pues… ampliando el conjunto, vemos una especie de órgano.
—¿Dios es un ser vivo?
—Sí. Ampliando aún más… tiene forma de animal.
—¿Un cordero? ¿Una paloma?
—No exactamente. Se parece más a un caballo. Aunque… distorsionado.
—¡Ah! Entonces es algo así como Hayagriva.
—Bueno… da carreritas. Y pasta. Por lo que parece un prado. Aunque no relincha: más bien… grita.
—¿Grita?
—Sí. Grita mucho.
—¿Y nosotros? ¿En qué parte de ese buen animal habitamos? ¿En la cabeza? ¿En el corazón?
—Créame si le digo que no le va a gustar nada saber en la punta de qué parte estamos nosotros.
—En fin… si llega la prensa, dígales que fracasamos. Que no conseguimos ver nada más allá del Horizonte Cosmológico.
Otoboke Beaver – Don’t Light My Fire
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