Carta 5: Turno en el abismo

Querido diario,

Escaleras girando alrededor del abismo, así empezó mi sueño, bajando hacia ningún lugar en una espiral que me llamaba hacia lo desconocido. Tenía prisa por llegar, alguien a quien rescatar, o algo de lo que huir, no lo sé muy bien, solo sé que las escaleras no tenían fin.

Llegué a un descansillo, cansado, creyendo haber llegado, y allí encontré una oficina. Pregunté cómo seguir bajando. Me dijeron que cogiera número. Así hice: saqué un tique del dispensador que había colocado a pie de escaleras y me mantuve pendiente a que saliera el que me había tocado: el 72.

Había gente esperando frente a una mesa vacía, pero aun así los turnos iban pasando. Delante de mí, una señora de traje de encaje rosa con sombrilla. Un poco más adelante, un camello erguido sobre sus dos patas traseras, con un bombín y una bufanda a rayas.

La cola iba avanzando según se iluminaba el número siguiente. Mientras avanzaba de puesto tropecé con un carlino que, con el ticket numerado en la boca, no hacía más que dar vueltas a mi alrededor.

—Ten más cuidado —me dijo dejando caer el papelito—. La próxima llamo a seguridad.
—Lo siento, no le había visto.
—¿Es porque soy pequeño? Tú nunca ves nada. Siempre estás en las nubes.
—¿Acaso me conoces?
—Claro que te conozco, soy tu vecino, el del 5C. Ese que siempre te saluda y tú no haces caso.
—Perdón, de nuevo.

El perro gruñó suavemente y empezó de nuevo con la carrera circular. Sonó otra vez la estridente alarma del paso de número; esta vez le tocó sentarse frente a la mesa vacía al camello. Hacía movimientos con las patas delanteras en señal de discusión, pero no veía a su interlocutor.

—Oiga, señor —me interrumpió la señora del vestido rosa—, tiene un número menor que el mío, ¿cómo es posible?
—Yo qué sé, señora, me lo dieron así.
—Usted está engañando al sistema, como siempre. Siempre se cuela en los sitios.
—¿Usted también me conoce, señora?
—Por supuesto, soy su vecina del 1ºD. Voy a llamar a seguridad.

La señora desapareció indignada por el pasillo, farfullando improperios mientras giraba la esquina. Sonó de nuevo el paso de los números; curiosamente era el mío. Imitando a los demás, me senté frente a la mesa. Me di cuenta de que, en el sillón con respaldo de cuero que parecía vacío, en realidad había un espejo.

—Buenos días, ¿qué desea? —preguntó mi reflejo.
—Buenos días, necesito seguir bajando la escalera.
—Bien, necesito que rellene el formulario 3C donde indique el motivo por el cual quiere bajar.
—Pero no sé por qué necesito bajar.
—Sin motivo no hay permiso, solo tendrá la opción de volver a subir.
—Pero yo necesito bajar.
—Pues explique en el formulario el porqué y séllelo en la ventanilla de la derecha. Entonces será valorado el permiso.
—¿Y qué pongo?
—Señor, desocupe el sitio, hay más gente en la cola.
—Es algo urgente, tengo que bajar.
—Mire, ese es.

La señora del vestido de encajes estaba de vuelta con una figura conocida: Gene Simmons, el bajista de Kiss, que con su bajo en forma de hacha venía amenazante hacia mí.

—Déjeme bajar, por favor.

Gene Simmons se aproximaba en cámara lenta, sacando una lengua descomunal y sangrienta.

—Para bajar, rellene el formulario.

Cada vez más cerca, con sus botas de plataforma haciendo eco en el suelo.

—Lléveselo, señor guardia —dijo el pug que seguía dando vueltas a mi alrededor—. Siempre me pisa.

El bajista de Kiss ya estaba frente a mí, me lamió la cara con su larga lengua y me gritó:

—You wanted the best!

Desperté de repente, con el rostro cubierto en sudor. Desde la ventana, el vecino del coche viejo tenía la radio a todo volumen. Se escuchaba esta canción:

Kiss – I Was Made for Lovin´ You

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Comentarios

5 respuestas a “Carta 5: Turno en el abismo”

  1. Avatar de BDEB

    Con tu sueño (o pesadilla) me has recordado las pesadillas de niña, yo no bajaba escaleras, yo salía huyendo de la habitación por el pequeño pasillo de mi casa, en mi caso también me perseguía alguien «famoso» pero como era una niña eran «Epi y Blas» los que me seguían hasta atraparme y despertaba del sueño y terminaba siempre en la cama de mi hermana pequeña. Curiosamente los podía seguir viendo en el televisor sin tenerles miedo, pero en la noche esas pesadillas me hacían llorar día sí y día también.

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    1. Avatar de El Onironauta

      Es que los programas infantiles de los 80 hacia tener pesadillas a cualquiera, creo que estuve huyendo de Don Pin Pon hasta que fui a la mili. ¿Llegaste a ver La Cometa Blanca? Creo que el único programa infantil que no producía sopor o pavor era La Bola de Cristal, que curiosamente transformó a la Alaska llena de vida de entonces en la bruja avería casada con un tal Mario.
      Gratos sueños.

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      1. Avatar de BDEB

        De don Pin Pon y compañía si que me acuerdo, La Bola de Cristal la veía ya con mi sobrino siendo pequeñito y creo que me gustaba más a mí que a él (claro que yo tampoco era muy mayor) y era una mezcla de casi bailar las canciones de ella y verla en el programa. Pero fíjate que de la Cometa Blanca no me acuerdo y (por lo que he visto, porque lo he buscado, no me gusta quedarme con la intriga) en aquella época tendría yo entre 9 y 11 años, pero ni me suena el nombre ni las imágenes.

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        1. Avatar de El Onironauta

          Los recuerdos son muy borrosos, recuerdo el nombre y poco más, los productos televisivos españoles tenían aquel aroma rancio a óxido y naftalina, creo que lo filmaron con la cámara que usaron para hacer el nodo. La bola de cristal dio sabor a progreso. Siempre me acordaré del rebaño de ovejas y la voz del narrador diciendo; Si no quieres ser como ellos no veas tanto la tele y lee.

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          1. Avatar de BDEB

            Y me da a mí que le hiciste caso 😉

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