
La playa todavía huele a humo, ese que nos dio alegría en miradas cruzadas a través del ritual del calor y la fe errante. Fue allí donde se quemó el manuscrito conjurado y me dio de beber tristes versos de aire libre y arena salpicada de mar. Allí rozaste mi piel sin querer, y sin querer ardimos al son de la danza de la hoguera, de la purificación de la espuma, del sabor a sal de tus besos, escondidos entre llamas, allá donde girábamos sin saber dónde nos llevarían las estrellas.
Con el sol, solo quedaron tus huellas.
Con la luna brilló el recuerdo, que la calima fue borrando.
Vetusta Morla – 23 de Junio
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