
Capítulo I: Donde el fuego desea temer
El demonio llevaba un sol despertando al amanecer y escupía sobre la isla su oscura lava. Lo hacía con la esperanza de alimentarse de los gritos de miedo de los lugareños.
Pero ignoraba la ausencia de cobardía que habitaba en estas tierras bañadas por el Atlántico.
Y esta vez, el mar era cruzado a nado por simple cortesía: el cielo tronaba en llamas, y los hijos del fuego, deseosos de abrazar las tradiciones cercanas, arriesgaban sus vidas – entre feroces tiburones – por asistir a la fiesta de la cosecha de la isla hermana.
La danza de la luna llena, el momento en el que Moneiba reclamaba su tributo, donde Achaman pedía presencia de sus fieles, unir los pueblos en un intercambio justo de bienes y risas, de vino y cosecha como ayuda mutua de supervivencia. Nadaban deprisa, con ardiente deseo de asistir.
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