
Por querer inmortalizarte en tinta de pluma negra y roja, de tu sonrisa de ave caída en septiembre, me olvidé que debía probar el sabor de tus labios de primavera.
Llegué a ti con las manos llenas de letras, de metáforas aladas, de criaturas místicas a ti doblegadas en el ocaso y me di cuenta de que allí solo quedaba ausencia, la delicada sombra de tu esencia.
La luna llena esperando tu regreso lloraba en silencio lágrimas de tinta oscura.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.