
Por querer inmortalizarte en tinta de pluma negra y roja, de tu sonrisa de ave caída en septiembre, me olvidé que debía probar el sabor de tus labios de primavera.
Llegué a ti con las manos llenas de letras, de metáforas aladas, de criaturas místicas a ti doblegadas en el ocaso y me di cuenta de que allí solo quedaba ausencia, la delicada sombra de tu esencia.
La luna llena esperando tu regreso lloraba en silencio lágrimas de tinta oscura.
Replica a Tercer Cajón – Franco Puricelli Cancelar la respuesta