
La calle estaba desierta, oscura, con la calma del féretro y de quien lo ocupa. Aquel felino, tan negro como su sombra, cruzo presto para no romper el equilibrio entre la luna y su resplandor. El sonido de mis pasos rebotaban en el callejón donde, sin saber por qué, me encontraba. Allí estaba, acurrucado, bajo una vieja manta manchada de barro y raída por las alimañas. Se movía sin cesar, como si de un nido de ratas se tratase, roedores hambrientos de almas dispuestos a devorarse entre ellos por saciar su apetito. Tiré fuerte de la manta hasta destapar aquella extraña forma. Entonces… La fuerte iluminación del astro rey acariciaba mi sobresaltada expresión. Mi agitado respirar, acompasado por la melodía del timbre de despertador, cerraban con un punto final a la extraña pesadilla de la que era víctima. O eso creía yo.
La calle estaba desierta, oscura, calmada. Un gato negro la atravesaba en una danza de prisas por cruzar. Una sensación de déjà vu invadía mis sentidos al avanzar hasta el callejón, donde una torturada forma envuelta en una sucia manta se revolvía de manera feroz. Sentí la necesidad de arrancar la fétida tela, así que de un tirón quedó descubierto… El sudor resbalaba por mi frente, mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza y el despertador no paraba de sonar. Mientras, despertaba de esa terrible pesadilla que me había atormentado y empezaba a desvanecerse para no repetirse más. O quizás no fuera así.
Una oscura calle en calma, en la que pasaba un gato con urgencia felina. Y yo caminando hacia un callejón hasta donde una repugnante manta guardaba un secreto torturado en espasmos. Tiro de la cobija y de pronto… Me despierto asustado con el despertador ese tan escandaloso, Estoy pensando en comprar uno nuevo con una melodía más agradable. A ver si se termina de una vez esta pesadilla.
Calle oscura, gato apresurado, callejón oscuro, creo que todo esto ya lo he visto antes. Me dirijo hacia el callejón donde hay una figura moviéndose como una condenada debajo de una manta asquerosa. Tiro de ella con fuerzas y… Cojo el despertador y lo reviento contra la pared. Hay piecitas redondas regadas por toda la habitación, me he ganado ya el derecho a comprar uno nuevo. Veremos que pasa.
Salgo corriendo a toda velocidad por la calle oscura, casi tropiezo con el gato que me bufa sin compasión. Le contesto con una pedorreta y me apresuro a entrar en el callejón. Como no tengo prisa me siento al lado de la hedionda manta esa que tanto se mueve. Espero haciendo dibujitos en la pared con una tiza que encontré por allí tirada. Cuando ya tenía la reproducción del Guernica casi terminada me encuentro con que la criatura empieza a salir de su nido.
– ¡Coño! Una marmota
– Efectivamente, soy una marmota.
– ¿Y se puede saber por qué al destaparte se termina el sueño?
– Porque quería dormir un poco más.
Me despierto con el sonido del móvil. Es mi jefe y me pregunta que donde estoy, que ya son las diez y cuarto. A ver como le explico yo que la marmota no se quería despertar.

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