
¡Yo creo!
M83 – Wait

Paredes desnudas, grises, carentes de brillo, solo paredes tras silencio.
Y tras el silencio, campanas tañendo. Después campiña, trino y rezo. Olor a jazmín en fría escarcha de vientos de invierno interno, que aíslo en un invento, en un cuento, en una balada y en un misterio lo pierdo, que sea secreto a ser descubierto.
Youth – Daughter

En el periódico, en letras pequeñas en una esquina de la portada, mencionaba con alegría, que este año sería el año internacional del libro. Tendríamos que saber qué libro primero, para saber qué tal va a ser. Para mi alegría, ese año me regaló dos libros que me lo hicieron pasar bien, prefacio con buen augurio sobre la fecha señalada.
El primero trataba de las aventuras de un veterinario recién licenciado que destinaban a un pueblo perdido en la Gran Bretaña de los años treinta. El segundo sobre un conflicto inter dimensional entre dos especies, una buena obra con la aparición de criaturas extrañas e intercambio de información entre dos mundos muy diferentes.
Sonaba en la radio Stairway to Heaven cuando arrimé el periódico en la barra del bar harto de noticias vacías con señores de uniforme como protagonistas y comentarios sobre bombas en Vietnam que tanto dio que hablar a Hollywood años después. En la televisión desfilaban entre pantalones tañendo campanas y faldas cortas muy largas.
El bar olía a vino rancio y serrín, a calamares fritos y a mar Mediterráneo. Pagué con un billete de cien pesetas y sorprendí al camarero dejándole el vuelto. Respiré el aire de la playa al salir del local y entré en mi SEAT 600, no sin antes dar el último vistazo a la bahía, ya nunca más la vería tal y como está ahora.
Al arrancar, activando previamente el módulo del mecanismo de flujo de singularidad temporal, se creó un agujero que se tragó literalmente el automóvil, sin necesidad de haber recorrido un solo centímetro desapareciendo la imagen en blanco y negro que lo cubría todo y, escupiéndome delicadamente a la fecha a la cual pertenecía. A un mundo en alta definición y poca originalidad.
El mundo me pareció más feo entonces.
Frank Zappa – Big Swifty

Recita tu mantra a través de las brumas, arrastrando las erres reduces mi razón a retazos y, mientras rezas, es irrelevante el rastro del reloj. Enredando en tu pelo se rinde la realidad, prendado en tu arrullo, rondándome en sueños.

Monstruoso, esa es la palabra. Estaban muy cerca, notaban su densidad, aquella que hace que ni la luz se escape. Y en unos segundos estaría solo, frente a él.
– Buenas noches a todos, emitimos en directo desde la Valkiria Terrana V, esperemos poder conseguir un nuevo récord. Nuestro héroe de hoy es J. Thompson y va a saltar ya.
La compuerta se abrió de golpe, como la trampilla de la horca en las antiguas películas del oeste, y de allí salió el cowboy en su cápsula espacial, disparada hacia la gravedad inmensa de Gaia BH1, más conocida por El Desfiladero. El tirón se hizo notable y Jack lo notó.
– Espectacular entrada, amigos, ya no hay marcha atrás. El agujero lo va a engullir, se lo va a tragar como una ballena al kril, solo que este camarón va a surfear al Desfiladero.
La presión en el disco de acreción era ya lo suficientemente fuerte para poder aplastar cualquier tipo de materia, por supuesto, con el escudo burbuja activado, Jack solo notaba el tirón exterior.
– Nuestro surfero está cruzando la esfera de fotones, en este momento dejamos de ver la cápsula. Recordemos que no existe motor, la idea de surfear es que el impulso sea creado por el agujero. Conectamos con la otra parte.
La espesa oscuridad se tragó la píldora y fue escupida. Años luz más adelante, la pequeña cápsula salió disparada de la luminosa forma.
-Aquí la vemos aparecer, compañeros de Gaia BH1, nuestro intrépido aventurero, Jack Thompson, se ha convertido en el primer ser humano en atravesar nuestro espectacular agujero de gusano sin ningún tipo de mecanismo para gobernar la nave.
La pequeña embarcación, al salir del gran agujero blanco, fue remolcada por las naves donde la bienvenida ya estaba celebrándose. Cuando abrieron la compuerta de seguridad, encontraron un asiento vacío en un habitáculo inhabitado.
En algún lugar cercano.
– No sé cómo lo habéis hecho, pero necesito volver.
– Señor humano, le hemos salvado de morir aplastado en ese trozo de hojalata que se precipitaba al abismo.
– Pero era un acontecimiento deportivo, tenía que continuar allí.
– ¿Los humanos consideran deporte a morir aplastados?
– No, la cápsula llevaba sistemas de seguridad.
– Oiga, que si quiere, le mando otra vez de vuelta al agujero.
– Digo, la cápsula ya estará a cien años luz de aquí. Voy a perder, voy a perder.
La cara de Jack estaba desfigurada por la angustia, tanto tiempo de preparación, tantas ilusiones puestas en romper el récord que no podía más que sumirse en la pena más profunda.
– No se ponga así, humano. Igual podemos hacer algo para que consiga ganar en ese estúpido deporte extraño.
– A ver… Como estáis de tecnología, ¿podéis hacer burbujas para aislarme en el espacio?
– No, eso no.
– ¿Hologramas?
– ¿Proyectar tu figura en algún sitio? Sí, eso sí.
La Valkiria XII, la nave de emisión de eventos deportivos, era una estación entristecida por el suceso. La desaparición del tripulante de la cápsula había llegado a oídos de los medios de comunicación y estaban preparando la emisión de la tragedia. Uno de los técnicos de video se dio cuenta, saliendo del agujero blanco había una figura. El asombro fue general.
– Impresionantes imágenes, queridos espectadores, ¡ahí está!, saliendo del agujero blanco con una tabla de surf metálica. ¿Lo veis bien? Parece que viste un bañador verde con motivo de palmeras. Ahí está saludando con la mano, no sé qué brujería es esta, pero no puedo disimular mi asombro. ¡Increíble!
Serj Tankian – How Many Times?

Sin pensarlo mucho, en esta fecha tan señalada, que viendo la arena correr y las líneas de las manos iluminando el destino, del baúl que guardo mis recuerdos, recojo una fotografía en blanco y negro.
En ella brilla tu mirada en un misterio, en el que, por no sé qué sortilegio, por un inaudito secreto, tu mente funde en blanco y el instante desaparece. Aunque yo conozco el enigma de los recuerdos deshabitados, me sé muy bien la laguna de suspiros alados, conozco la canción de la amnesia más pendiente de atención.
Pero en mi ausente olvido conozco la palabra precisa, suplicante en tu mirada, que el deseo de mi sonrisa ardía en tus labios, y que los míos andaban perdidos.

Un sonido continuo le contó la historia de un final. Su pensamiento incesante le hizo observar también un comienzo.
Al principio era oscuridad. Le siguió una tenue luminosidad. Un corazón luminiscente que encendía al latir. Se vio como un ser alado avanzar por la oscuridad, como una libélula, no como un ángel, volando sin rumbo en busca de un paraíso donde posarse.
A lo lejos descubrió un destino. Un eco luminoso que ganaba intensidad. Lo tomó como una meta a seguir. La luz, debía ir hacia la luz. Era tan bella, tan intensa. Tenía que ir, estar allí, ser ella.
Algunos seres alados como él empezaron a seguirle. Uno de ellos apuró el vuelo y se puso al lado. No se distinguía bien, pero tenía un tenue brillo blanco, casi amarillo. Se acercó y le dijo;
– Hola, eres nuevo aquí, ¿no?
– S… sí. ¿Quién eres?
– Eso no es importante ahora, oye, ¿Ves esa luz de ahí?
– Sí, voy hacia ella.
– Bien, es importante que no vayas.
– Pero es la luz, tengo que ir hacia ella.
– Sí, sé que te atrae mucho, pero no debes…
– Que sí, que sí, que voy hacia la luz.
Sus alas vibraron y tomó velocidad. Encontrándose con un resplandor fuerte que abarcaba todo. Al entrar en ella se escuchó un sonido eléctrico y en un hedor a chamuscado volvió la oscuridad.
Cerca de allí, los seres que habían visto lo ocurrido revoloteaban la zona.
– No sé qué les pasa a los nuevos Bzed, escuchan no sé qué historias en sus otras vidas y piensan que todos los cuentos tienen que ser verdad.
– Ya te digo Ññied. Oye, ¿nos vamos a picar cabras?
– ¡Vale!
Incubus – Drive

Se escuchan los golpes de una llamada en la puerta.
Se abre el telón, en la entrada de la casa hay una niña, con gafas de culo de botella, que corre a abrir la puerta, al abrir, aparece un personaje.
– ¡Coño, un elfo!
– Y ¿cómo sabes tú que soy un elfo, si nunca has visto un elfo? ¿Eh, niña?
– Bueno, eres alto, guapete, de pelo rubio y largo, además con orejas de punta.
– Podía ser un duende, ¿no?
– Los duendes son más bajos, pelirrojos y se parecen a Bunbury.
– Pues un trasgo.
– Muy alto, además no tienes acento gallego.
– ¿Un orang bunian?
– No tienes los ojos rasgados.
– un poco sí.
– Más quisieras tú, elfo.
– Mira, niña, soy un demonio.
– ¿Y el olor a azufre, dónde está?
– Un vampiro.
– ¿De día?
– Soy Nosferatu con crema solar.
– Eres un elfo capullo, los vampiros no pueden entrar en una casa si no se les invita.
– Soy el hada de los dientes que te voy a quitar como me sigas jodiendo.
– Sí, sí, con tu vestido verde y tus alitas. ¡Mamá, en la puerta hay un elfo mentiroso!
– Pues no, niña, no soy un elfo, soy tan humano como tú. Dile a tu madre que vengo a cobrar una factura.
– Vale, ¿tu nombre?
– Eldelfrac.
La niña se quedó mirando al elfo con cara de desconfianza. Él le enseña la factura de la deuda contraída mientras esperan a la madre. Se cierra el telón.
Hawkwind – Dragons and Fables

El reflejo del sol en su ventana le dijo que ya era la hora, a tientas, buscó la botella escondida entre los pliegues del sofá y comprobó que todavía le quedaba un trago del preciado licor de 12 años. Mark lo bebió de un trago, reaccionó con una discreta mueca y se puso de pie de golpe.
Desafió con la mirada al horizonte que lucía azul profundo. Abrió la puerta del balcón, suspiró al calor y miró fijamente al balaustre blanco castigado por el calor.
– ¡Mark! ¿Qué haces?
Tras escuchar la voz de mujer, saltó al pasamano con las manos en cruz, soñando ser funambulista al borde del precipicio.
– ¡No, Mark! ¡No lo hagas!
Sonrió a la forma de mujer que asomaba entre cortinas y lentamente se dejó caer.
– ¡MARK!
Ella, herida de inquietud, se asomó. Abajo, la piscina sonreía en círculos paralelos, bromeando con el grito de los bañistas. Él flotaba alegre, llenando sus pulmones tras emerger de la profundidad del dulce estanque azulado.
– Cualquier día te vas a matar, Mark, ¿me oyes?
Desafiando al verano, esta vez no ocurrió.
Jane´s Addiction – Stop!

El brillante sonido del diamante contra vinilo rellenaba el aire lo justo para no parecer silenciosa la sala. Una tenue luz amarilla, impregnando de nicotina el ambiente, mostraba una vieja mesa de mezclas, con luces tenues por la edad y picómetros de aguja descolorida en un baile lento de blues perverso.
El micrófono, ya no tan dinámico, se acercó al orador que, con aliento fresco a ron añejo, empezó a recitar por encima del llanto de una guitarra sumida en tristeza eléctrica.
Respiro hondo y escucho su suspiro.
Ecualizó su voz al respecto y comenzó el sortilegio
– Aquí fue mi primera vez, temblando frente al micrófono, abrumado por el público invisible que imaginaba mis labios moviéndose, al son de las palabras y que sin saberlo lograron amor mutuo tanto tiempo atrás.
En un silencio, quemó su garganta con el líquido pardo que, tintineando a oídos de todos, permitió una pausa sonora.
– Quise ser un héroe enmascarado, escondido tras un dial de chispas rancias, corrompido por el poder influir, enviando a desconocidos a sonar, rescatándolo de las sombras y poniéndoles nombre ante todos. Pero solo consiguió ser monaguillo hambriento, robando limosnas al clero para susurrar secretos.
– Pero ya me cansé de hacerlo, aunque no de desearlo, sé que dejó atrás pasión por el ruido dulce, amor verdadero por reventarse a buscar y enseñar zapatos nuevos, hechos de cuero negro y zurcidos a mano. Con la rabia de un corazón roto, con la melodía cruda y rebelde de una primavera, a gritos de un mirlo persiguiendo un sueño.
Otra pausa sonora contó la historia de un sorbo en abierto, dejando entrar a los destellos de la última estrofa, cantada por un alma negra que de pena lloraba.
– Aquí fue la primera vez y hoy será la última. Mi voz apagará la sintonía que una vez empezó. Dejará de recorrer el aire en hilos de electricidad enlatada que, agotado de narrarlo a gritos, merezco descanso. Tal vez mañana por la mañana, tras dormir el sonido del cuento, que os narro para que os vayáis contentos a la cama y si con ganas me siento, rescataré en mi pensamiento de crear otro propósito. Pero será un relato que deberá ser contado en otro momento, más lejano en el tiempo.
La letra profunda de la canción en alto, despidiéndose del estribillo, se fundió en silencio.
Gary B. B. Coleman – The Sky is Crying