Categoría: Recuerdos

  • Encontrarte.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es la persona más famosa (para bien o para mal) que has conocido?

    Después de tanto tiempo caminando, tratando de encontrarte, me quedé pensando en las aventuras que, de tanto vagar, se quedaban presas en mis zapatos como rasgos de carácter de una cara curtida, con arrugas de risa de mirada brillante y amor de patria perdida y adoptada y surcos de dolor de cicatrices, como las que canta Chabela en diferente voz, pero con triste pasión y apenadas palabras.  

    Algunas veces perdido, buscando distracciones aisladas, en forma de colores alegres, de flores de rima fácil, que también confundidas por la brisa, buscan melodía de fondo en viajeros de paso, para danzar la primavera tardía, mientras pelean con bisturí la próxima estación, que secará el verdor de las líneas de sus manos.   

    Otras veces, cansado de esperar, caí en las brillantes luces de neón, a la espera de la devoción acechante que colgada de un hilo invisible, de araña viuda, acechando con ganas de pelear  y hambre de tres días. También con obstinados pasos de sendero errante, tergiversado por los mapas inciertos, de ingeniero de caminos tuerto, rotos por no saber leer en braille el nombre de mi destino.

    Ahora, que mi destino me dicta tregua, que de tanto romper espejos, fui amigo de la mala suerte, llegue a verte de lejos, acariciando a mi lazarillo, que con cola de feliz movimiento, me iba ladrando rastros arrastrados por botas rotas y final feliz con paréntesis de besos, que ya por eso, por quererme ver en ellos y sentir tu aliento fresco, ya es lo más maravilloso que me ha pasado.  

    Laaz Rockit – The Omen

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  • Perderme en tu mirada.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Qué parte de tu rutina intentas evitar siempre que puedes?

    Fue en ese momento cuando me volví a perder en su mirada, en ella había cansancio, de horas de pie, de la exigencia de quien está sentado, de los malos hábitos que se creen con derecho a exigir. Llegará a su casa tarde, sin ganas, con la necesidad de silencio de quien soporta el murmullo de gente riendo alto y gritando absurdas protestas de líquidos fríos y lágrimas dulces.

    Escuchabas, mientras fregabas los vasos que otros vaciaron, el lamento de un extraño, que con voz de alma rota y mirada de hambre de carne y besos, le sonreía en su triste historia de desengaños y se relamía al contemplar la línea que se vuelve turgente bajo su cuello, en la que yo también me perdía, a escondidas y en silencio.

    La miré en el intercambio de monedas por café cortado, ella me sonrió leve, casi por inercia, de muro erosionado por monólogos vacíos y tristes, de regaños injustos, antipatía alimentada por aroma de perfume fermentado en barril y alegría rancia derramada, fugada con un amante cualquiera.

    Sonreí a cambio, llevándome conmigo la promesa de un «te quiero ver alegre», de «me gusta tu voz cuando se ilumina tu mirada», sabiendo que nadie lo ha conseguido aquí, porque sus palabras están cansadas y su mirada se esconde del hambre ajena y del tacto de lija del uniforme negro y blanco. 

    Una vez más le dije adiós, sin mi confesión de querer ser yo el que le abrace primero, con miedo a traspasar el círculo de su misterio, por no perturbar su pesar, queriendo ser remero de su huida, canción del vals del coraje sostenido en los versos de mis labios cosidos a tus besos. Una vez más me fui contigo en la mente y con el pecho lleno de vacío.

    Maria Rodés – Oscuro Canto

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  • ¿Y ahora que?

    En esa ocasión, la tinta de su bolígrafo se quedó muda. No soportó verse sola de nuevo, con sus fantasmas danzando alrededor y su melancólica mirada rompiendo el horizonte con un sollozo triste de ¿Y ahora qué?

     Así que tragó fuerte, de la misma manera que se traga la vergüenza con ron barato, con ardor en la garganta y somnolencia en los sentidos, y se dispuso a seguir caminando, pausando la marcha a ratos, para distraer la cojera de sus heridas.

    Atrás quedaron otros, con sus miradas cómplices y sus caricias bajo las sábanas, que eran blancas aquel día y quedaron manchadas.

    Vetusta Morla – Saharabbey Road

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  • Ruido Blanco

    Aquella tarde, como cualquier tarde detrás de un día de fiesta, tenía ruido en la mente. No un ruido fuerte, de motosierra, de camión de la basura a las tres de la mañana, mientras recoge cristales fragmentados en el contenedor de los suspiros rotos y yo soñando con ella mientras ignoro la consciencia. Mas bien, ruido de batería vacía, sonido sordo de televisión en silencio, donde escuchas los planos de tus pensamientos con gestos de otros, de ventrílocuo en conversación de lenguaje de signos con sombras chinescas.

    Quise romper el silencio, por si eso acallaba mi pensar, subir el sonido de aquel tocadiscos viejo, que solo recordaba melodías de Pink Floyd viajando lejos, recreándose en universos de dibujos extraños. Pero solo conseguí martillos desfilando al redoble de cientos de palabras inconexas, que querían acompañar mi cabeza y aumentar la sinfonía de luces que latían dentro de mí, acompañándome cuando el silencio era lo que más necesitaba escuchar. 

    Decidí escapar de mis pensamientos, vagando por la vereda del paisaje campestre de un cuadro de Van Gogh, pero giraba constante, llenando el vacío de mi razón de largos trazos pastel, llenando de gritos el espacio sobrante y derramando gotas de pintura a modo de lágrimas profundas. 

    Acallar el ruido de mi mente sería más fácil si te tengo cerca y te derramas en mi sofá, y me tapas con tu piel, cuando el frío de la ausencia de pensamientos araña el compás de mi meditar, aquellas tardes de cansancio acumulado donde robar un beso de tus distraídos labios cuesta un milagro a cambio.

    Pink Floyd – Wish You Were Here

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  • Selene en mi ventana.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuánto pagarías por ir a la luna?

    Luna. Mi luna, mi delirio eterno divino.

    Daría todo y más por dejar esta noche mi huella en tu camino.

    Frank Sinatra – Fly Me To The Moon

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  • Monólogo

    Sugerencia de escritura del día
    Qué es lo que intentarías hacer si se te garantizara que no vas a fallar.

    Este fin de semana, en plena conversación de una tarde de cervezas y risas, me di cuenta, mientras la narraba, que mi vida es un monólogo. Sin vestirme de payaso triste y sin querer exagerar como me trata la vida, las veces que tropiezo o los arañazos de mi corazón zurcido, me veo cómico de chiste fácil, relatando el cuento de mi vida, a golpe de micrófono de botella de un cuarto, sobre la barra del bar.

    Pensé que quizás, si escribiera en las servilletas de mesa redonda de cafetería, entre el desayuno de madrugada y el soñar de mediodía, podría ganarme la vida de bufón sin corte, cantando mis hazañas, sentado en el banquillo y pasar así a espectador, de otros llorones de risa fácil y sollozo silencioso, que se sientan identificado con mis rasguños y que me echen dinero en el plato.

    Trate de relatar para los vecinos, a quien pasaba por las calles, pero huían esquivos al empezar a hablarles, me dejaban sin la palabra precisa cuando no había ni comenzado. También intenté apuntar el sonido del claxon entre semáforos, los ladridos de los conductores y describir temeridades sobre el asfalto, recordar mis carreras en el mercado, tras la mejor hortaliza, dejando atrás mercaderes y amos de casa frustrados, con las sobras en el saco, malhumorados gritando. Quise investigar sobre el amor de las plantas y sobre el rezar de las colas de la oficina de cobros de una entidad fiscal. 

    Pero al asomarme en el púlpito y elegir la profecía, me encontré con la voz ausente, ruido blanco en la mente y fobia a las miradas atentas, relamiéndose hambrientas mientras me escondía entre las cortinas. Soñando con descifrar sonrisas de serios entrecejos y rogar la pasión ajena por acariciar el verbo aspirado, que no me acordé de que, mi voz es un disco que salta cuando narra y mi cabeza está vacía cuando las palabras se precipitan al abismo.

    System of a Down – Hypnotize

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  • Superhéroes

    Sugerencia de escritura del día
    Cuéntanos algo que te gustaría intentar por primera vez.

    De niño me encantaban los superhéroes, estaba fascinado con esos cómics de colores raros, descoloridos, que ya parecían antiguos aun teniendo días de haberlos comprado. Curiosamente, mi sueño no era ser un trepamuros o un vengador justiciero, no. Mi gran pasión era inventar uno, hacerlo cercano. En mi primer intento, evocando el reflejo de lo que era entonces, presenté a mis seguidores, a Juan Francisco y a Mariano, que por entonces eran mis dos únicos amigos, a un personaje con gafas de culo de botella y ropa interior por encima de las mallas, cuyo nombre no quiero recordar, ya que me da vergüenza atemporal.

    Ocurrió que en su primera misión, gracias a su agudeza visual, se estampó contra la estatua de plutonio de Don Macario, alcalde de Valdegorrinos, metal que era equiparable para él a la kriptonita que tan poco gustaba a Superman. El infortunado accidente le dejó los anteojos soldados en la mirada y privado de todos sus superpoderes, ahora trabaja para la ONCE, en un puesto en el número trece de la calle donde ocurrió el suceso.

    Meses más tarde, mi imaginación parió al hombre lagartija, primo del geco común vallisoletano, que tras recibir una demanda de Marvel quedó incrustado en la suela del zapato cósmico de un tal Thanos, ahora recorre la galaxia y disfruta de todos sus suelos. Apareció también en mi mundo, el hombre-fanta piña, que se deshizo en burbujas nada más salir a la calle, y el indomable cabramán, un superhéroe motorizado con una Kawasaki y con cornamenta en el casco, fruto de una infidelidad cuántica. En una aventura en el Himalaya, le patinó la rueda trasera con gravilla sintoísta y todavía está cayendo. 

    Estuve años retirado de la invención de todopoderosos, ya que mi esfuerzo me había costado un fracaso social apoteósico. Los niños cruzaban de acera al verme y me escupían arroz con bolígrafos bic tarados. Pero, al entrar en la adolescencia, mi suerte cambió. Me volví muy popular al dar vida a Horny Girl, que se prendía en llamas quemando su ropa en el proceso. 

    Convencida por una secta feminista, Horny, como la llamábamos cariñosamente, torturó a cada uno de los mirones de mis amigos, tatuándoles a fuego una imagen de Margaret Thatcher, muy conocida entonces, desnuda y en pose provocativa. Desde entonces me escondo en las iglesias disfrazado de monaguillo y aprovecho para probar el vino de misa. Según tengo entendido, la superchica ahora se llama Purity y predica en Instagram sobre la castración como solución a la aberrante situación social actual.

    Hace mucho que no quiero saber nada de héroes enmascarados. Me hice seguidor de Spock, que es único e inigualable y no me da posibilidad de inventar nada al respecto.

    Nota del autor: En el transcurso de este relato no se ha maltratado a ningún animal, en el caso de criaturas mixtas solo ha sido expuesta al sufrimiento su parte humana.

    Tool – You Lied

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  • Abrázalo

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál es el objetivo personal más difícil que has conseguido por ti mismo?

    Suspendido en un tanque de aislamiento, entre la viscosa mezcla de fluidos para la conservación corporal, flotaba en estado insomne. En sedación programada, almacenado, a espera del veredicto.

     – Bien, empecemos, ¿dónde está el psiconauta?  

     – Preparado, Ilustrísimo Señor, titulado 1473/46ESP.

     – Recién licenciado ¿verdad?

    – Así es Señor.

    – Bien, suerte en su primera inmersión. active el sincrónico mental.

     – A sus órdenes.

    El recipiente se iluminó a la vez que el psiconauta 1473 conectó su casco a la red de la sala. Un zumbido hizo vibrar el suelo, las pantallas empezaron a emitir datos, la constante principal eran dos ondas mentales, la del acusado y la del operario mental, cada una de un color.

     – Sincronicen.

    El Psiconauta torno su mirada en blanco, respiró hondo y exclamó.

     – Sincronización completa, Ilustrísimo Señor.

     – Cuando esté preparado comience el descenso.

    En el monitor se habían superpuesto los gráficos de las dos ondas mentales, el navegante mental consiguió cerrar sus ojos, que no dejaban de moverse, como en un mal sueño. 

    – Estoy dentro, Señor. Es horrible, hay sangre por las paredes y por el suelo, está lleno de huellas ensangrentadas, las paredes son estrechas, me estoy manchando… 

     – Bien 1473 ahora siga mis instrucciones y todo irá bien, no se asuste. Búsquelo y cuénteme lo que está pasando.

     – Es un pasillo enorme, las huellas me llevan hasta el final del pasillo, estoy siguiendo su dirección, el sujeto está al final y está arrastrando el cuerpo sin vida de una mujer.

     – Bien, persígalo.

     – Entra por una puerta.

     – Bien, de prisa, entre.

     – La puerta me lleva a una escalera descendente, hace frío, las paredes son blancas y están llenas de sangre.

     – ¿Lo ve?

     – No

     – No deje de bajar, avance.

     – La escalera da hacia la entrada de un parque, está iluminado por farolas antiguas, algunas funcionan de manera intermitente. Hay un rastro de sangre que… Por ahí lo veo, sigue arrastrando el cadáver…

     – Bien, tiene que seguirlo, descríbamelo todo.

     – Estoy entrando en el parque, voy a unos cincuenta metros del sujeto, él contempla los árboles, está despistado, absorto en el paisaje.

     – Está usted dentro de los sueños del sujeto, en parte está reviviendo recuerdos, no lo pierdas de vista, pero no le llame la atención, necesitamos saber qué ocurre.

     – Tuerce a la izquierda, cambiando de sendero, entra en una caseta, como las que usan los jardineros para guardar sus herramientas.

     – Entre usted también.

     – Es muy pequeña, me va a ver.

     – Entre, no le va a pasar nada.

     – Dentro es como una casa, una de estas de madera antigua, el sujeto sube unas escaleras que lleva a un piso superior. El cadáver está cambiando, parece más grande. O no sé si es el más pequeño.

     – Eso es, 1473, explíquemelo todo, ¿lo ve ahora?

     – Ha entrado en una de las habitaciones, voy a entrar.

     – Sí, no le pierda la pista.

     – Tras la habitación hay una playa, he salido en una caseta, de las que se usaban para cambiarse, está desierta, y llueve ligeramente, él es más pequeño y el cadáver… está vivo, se está arrastrando, es mucho más grande y ya no es arrastrado, le está siguiendo. Entran en lo que parece una tienda de campaña, de las que venden en los grandes almacenes, en la sección de artículos de camping.

     – Entre, no lo deje atrás.

     – Estoy saliendo de una carpa, como la de un circo, es un parque de atracciones, o más bien una feria de pueblo, con su noria y su tío vivo. Hay poca gente, el sujeto ahora es un niño, y el que antes estaba muerto ahora lo lleva de la mano. Entran en la atracción de los espejos.

     – Perfecto, no deje de describirlo todo, es muy importante.

     – Está todo oscuro, pero los veo, aparecen en un haz de luz, el que estaba muerto le grita, le chilla muy fuerte, le dice que parece imbécil, que si no sabe comportarse, le está pegando, muy fuerte. No sé qué hacer. 

     – Acérquese, y cuénteme lo que pasa.

     – El hombre se acaba de largar, se ha escuchado un portazo, pero el niño ha quedado aquí, llorando y sangrando por la nariz, me está mirando.

     – Ahora abrace al niño.

     – Pero sigue siendo el sujeto, es un asesino.

     – ¡No! En este estado de su mente es un un niño indefenso, ya sufrirá su castigo cuando lo reanimemos. Usted abrace al niño.

    Korn – Insane

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  • Invi(n)cible

    Sugerencia de escritura del día
    Háblanos de un tema o asunto sobre el que hayas cambiado de opinión.

    Sin saber cómo, de pequeño, aprendí a camuflarme entre los muebles, a pasar a través de las personas, como si fuera una sombra que escapaba inquieta y a esconderme en los armarios, con la oreja pegada a la madera de la puerta, escuchando susurros y confesiones prohibidas. Conseguí ser un niño ausente, callado e introvertido, que no reclamaba regalos en su cumpleaños y que, por no ser, seguía sin ser visto. Así ganaba al escondite, pero nadie me aguardaba y yo seguía esperando ser encontrado.

    Según crecí me encontré ofuscado en los senderos, suspendiendo matemáticas por sustraerme en decimales y aprobando lenguas muertas por omitir el sujeto, habiendo predicado el verbo escapar. En gimnasia contemplaba mi reflejo en charcos de lluvia, a falta de quien me pasara el balón o me entregara el testigo corriendo y en misa, los domingos, deslizaba mis pecados hacia la plaza comulgando con el aire fresco de la mañana.

    Escondido en el trastero, huyendo del maltrato de los pasillos y del rugir de los tutores armados con reglas estrictas y cartabones de escudo, la vi entrar. Incubaba un secreto turbio, que ensuciaba sus pulmones, vestía de espectro a la brisa de la luna, con nubes grises en el vuelo de su falda y una mirada oscura, distante, de sonrisa esquiva, soñando con ser sombra en el país de las ventanas abiertas. Tropezó conmigo y cayó de bruces en mis brazos, y entonces, solo entonces, comprendió que existía.

    Pasamos el curso comiéndonos a besos en las esquinas, entre caricias tras las paredes y arrancándose la piel al filo de los pasillos, donde nadie nos veía, donde todos quisieron verse siempre entre las brumas de un secreto, solo que estábamos delante y nunca lo supieron. Llegó el verano, éramos niebla y transmutamos en gotas de rocío, sobre el cristal de las ventanas y con el sol, nos evaporamos.

    Muse – Invincible

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  • La bata verde

    Sugerencia de escritura del día
    Háblanos de una ocasión en la que te sentiste fuera de lugar.

    Oye, tío, ¿hoy no piensas salir? Venga Juan Francisco, sal del sillón, que hace un día precioso. ¡Ah! ¿Que ya vamos? Perdona, que como hablas tan raro… Ni te entiendo la mitad de las veces. Las otras no te hago caso, por lo aburrido que eres. Venga, sal ya,  que me tienes cansado. 

    ¿Qué hacemos hoy? ¿A dónde vamos? ¿Vamos al parque a perseguir a las chavalas? Hay alguna que me está dejando mensajes por las esquinas y yo sé que a ti te gusta la rubia, aquella que va siempre con mi colega. Sí, ese que está tan cuadrado y tiene cara de mala leche. Es buen tipo, no te mira mal, es que no tiene otra cara que ponerse. 

    ¿Vamos a otro lado? Vale, yo contigo al fin del mundo, aunque me da en la nariz que por ese camino no hay nada bueno. En fin, tú sabrás. Pero, ¡Qué prisas! Al menos déjame contemplar el arte rupestre, ¡exquisito en esta zona, oye! 

    Juan Francisco, no me gusta este sitio, ¿por qué entramos aquí? ¿Por qué hay tantos colegas con cara de espanto?, me estoy acojonando. ¿Por qué huele aquí tan terriblemente mal? Hay aroma a pienso rancio y orina contenida, a sangre vieja, a miedo tenso. Huele a aquello que bebes aquellas noches de sábado, para ocultar tu hedor al terror de las miradas ajenas.

    ¿Quién es ese tipo de bata verde y mirada de psicópata? No, yo no quiero entrar. Pero… porque me abre la boca, Juan Francisco, este tío me está sobando, no sé qué mira tanto. ¿Qué es eso? ¡Joder! El tío psicópata este me ha clavado no sé qué mierda en toda la espalda. Yo no sé si es tu amigo, pero como me vuelva a tocar le muerdo la mano y le arranco un dedo. Anda, vámonos ya, déjate de cháchara.

    ¡Por fin! Aire libre. Qué agobio ahí dentro. Espera, Juan Francisco, déjame un segundo que voy a ponerle una reseña en la pared, que todo el mundo sepa que aquí vive un demente, está armado con una aguja. Bueno, ya hemos hecho lo que tú querías, ahora vámonos a perseguir motos. 

    Mägo de Oz – Espérame en El Cielo.

    • Este texto ha sido traducido usando Google Translate, cualquier discrepancia en cuanto a expresión y dialogo sera tomada en cuenta.
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