Categoría: desamor

  • De rabia y otros gérmenes.

    De rabia y otros gérmenes.

    Ese día di un portazo tan fuerte que el sonido rompió en gritos que se columpiaron en mis recuerdos.

    Salté sobre el colchón de lágrimas y me tapé la cara con las manos.

    Era tanta la rabia que se había convertido en versos alados, dispuestos en mi estómago a ser vomitados. 

    Hamlet – Tu Medicina

    • Me revienta llegar tarde por un atasco y que quien me estaba esperando me diga «haber madrugado»
    • Me da rabia que en las deudas del banco me llamen estimado.
    • Me fastidia el que se salta un Stop y se ofenda de mi cabreo.
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  • De como esquivar tu sonrisa.

    Te quise olvidar tras esa noche enferma, pero siempre recordaré aquella mirada. 

    Tú me mirabas, pícara, discreta, sabiéndote guapa. Yo no quise desafiarte en mi suerte, pero sí tejer nuestra coincidencia. Tropecé a tu vera, te reíste cautivada y ya no necesité nada para perderme en tu hoguera. Yo bailaba patoso en un intento de fascinar, tú tintineabas deslumbrante, ansiosa por cazar, y en el desfile de agasajo, genio y ron, y me convertí en la presa de tu verde mirar.

     No sé si mi destreza en colarme en bocas de otros, o mi caminar pegado danzándote el pelo con la punta de los dedos, fue el mar refugio de tu cabello quien me dio valor para colgarte en mi cuello. Y no hubo más que hablar, rocíe de tinta mis versos al contar el giro de tus caderas entre mis manos, hasta que me dijiste: “vamos, llévame contigo, al exilio entre tus brazos”

    Ansiamos oscuridad, amándonos en los rincones al pasar, buscamos paz para la guerra, gritos para disimular aislados. Caricias para empezar el pecado, caricias para acabar empapados, misterio para los demás. Para nosotros, el cielo, la luna, para despistar.

    Y nos hicimos fuego, prendimos el cielo.

    La marea borró nuestro momento, llevándose las cenizas de nuestros cuerpos. Las prisas por volver con ellos, las risas se hicieron eco y tu mirada se hizo a la mar y asesinó lo eterno.  

    Te quise olvidar luego, pero las olas me traían el viento, de lo que fue cierto tan solo para poder soñar, que tu perfume quedó impregnado en mi pelo y allí quedó inmortal el regalo que tu piel me ha dado y que ya no volverá.

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  • ¿Y ahora que?

    En esa ocasión, la tinta de su bolígrafo se quedó muda. No soportó verse sola de nuevo, con sus fantasmas danzando alrededor y su melancólica mirada rompiendo el horizonte con un sollozo triste de ¿Y ahora qué?

     Así que tragó fuerte, de la misma manera que se traga la vergüenza con ron barato, con ardor en la garganta y somnolencia en los sentidos, y se dispuso a seguir caminando, pausando la marcha a ratos, para distraer la cojera de sus heridas.

    Atrás quedaron otros, con sus miradas cómplices y sus caricias bajo las sábanas, que eran blancas aquel día y quedaron manchadas.

    Vetusta Morla – Saharabbey Road

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  • Arrepentirme.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Hay algo que siempre pospones? ¿Por qué?

    En la ausencia de tu cariño, pinto nubes en el cielo, grises, húmedas, frías, distantes. Rojas en una puesta interminable, de estrella agónica, expulsada del firmamento. Pálidas, como la expresión de tu cara al verte lejos, huyendo del miedo de quemarte los labios. 

    Pinto lágrimas en el cielo y que se las lleve el viento, que las atrape el mar y las pierda lejos, que yo, conjurando el tiempo, adentrándome en mi sendero, sé cantarte mi canción.

    (que me tenga cuidado el amor)

    Silvio Rodriguez – Óleo de Mujer con Sombrero

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  • Invi(n)cible

    Sugerencia de escritura del día
    Háblanos de un tema o asunto sobre el que hayas cambiado de opinión.

    Sin saber cómo, de pequeño, aprendí a camuflarme entre los muebles, a pasar a través de las personas, como si fuera una sombra que escapaba inquieta y a esconderme en los armarios, con la oreja pegada a la madera de la puerta, escuchando susurros y confesiones prohibidas. Conseguí ser un niño ausente, callado e introvertido, que no reclamaba regalos en su cumpleaños y que, por no ser, seguía sin ser visto. Así ganaba al escondite, pero nadie me aguardaba y yo seguía esperando ser encontrado.

    Según crecí me encontré ofuscado en los senderos, suspendiendo matemáticas por sustraerme en decimales y aprobando lenguas muertas por omitir el sujeto, habiendo predicado el verbo escapar. En gimnasia contemplaba mi reflejo en charcos de lluvia, a falta de quien me pasara el balón o me entregara el testigo corriendo y en misa, los domingos, deslizaba mis pecados hacia la plaza comulgando con el aire fresco de la mañana.

    Escondido en el trastero, huyendo del maltrato de los pasillos y del rugir de los tutores armados con reglas estrictas y cartabones de escudo, la vi entrar. Incubaba un secreto turbio, que ensuciaba sus pulmones, vestía de espectro a la brisa de la luna, con nubes grises en el vuelo de su falda y una mirada oscura, distante, de sonrisa esquiva, soñando con ser sombra en el país de las ventanas abiertas. Tropezó conmigo y cayó de bruces en mis brazos, y entonces, solo entonces, comprendió que existía.

    Pasamos el curso comiéndonos a besos en las esquinas, entre caricias tras las paredes y arrancándose la piel al filo de los pasillos, donde nadie nos veía, donde todos quisieron verse siempre entre las brumas de un secreto, solo que estábamos delante y nunca lo supieron. Llegó el verano, éramos niebla y transmutamos en gotas de rocío, sobre el cristal de las ventanas y con el sol, nos evaporamos.

    Muse – Invincible

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  • 2134

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cuál ha sido el mejor consejo que te han dado?

    Hubo una ocasión que mi imaginación paró, ya no era ese océano de brisas perpetuas, de misterio escondido en sombras, ya tus labios estaban cerca y me prestaban su húmeda voz en los días raros. En mi alcoba, había líneas curvas infinitas, que sin la necesidad de una súplica, promesa de intensa aventura, me hacía navegar en tu río dulce y en tu intrépida cordillera, cuando la luna sonreía, al oscurecer del día.

    Llegó la calma de madrugada, cuando los demás soñaban y el amor terminaba con su deseo, cuando salían las hadas a cuidar de los misterios, se enturbiaba las luces pálidas y grises sombras escupían gatos pardos por las esquinas, en un concierto que susurra, voz de venus encarcelada, que dormía cansada cuando yo ya no podía.

    Los cristales rasgados de copas vacías, en el fervor de la oscuridad, relucían, con los primeros rayos de un sol cansado, qué exhausto se levantaba a brillar, rendido de nubes. Era un domingo de repique de campanas, exentas de pecado concebido, que quebró la desdicha pariendo, en la sangre de la batalla, un adiós eterno, pero a mí me atrapó dormido y no pude cantar mi salmo.

    Solo recuerdo, el aroma de portazo con rabia, en el café de la mañana, que me hizo barrer la casa, de caricias caídas de la cama y limpiar de los espejos tu sonrisa ausente y reflejos de lágrimas. Guardé confusión desganada y sentimientos rotos en el trastero y tendí al sol mi traje nuevo de fiesta, para no olvidar que el carnaval exige la mirada tras la máscara.

    Como dijo Sabina, fueron quinientas noches en vela y tres días de resaca, de ron cosido, con luces de colores, con miradas atrevidas y risas anabolizantes, de corazón herido, de disparo de gracias y hasta luego. Nunca estuve solo, tras tu huida furtiva, lo prometo, pues cuando marchabas sin maletas volvió alegre mi fantasía, recuperé el sentido del tacto y tronaron mil melodías que resonaban en mis sueños.

    Love of Lesbian – Planeador

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  • Todos mirando

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Cómo celebras las fiestas?

    Apenas podía sujetarla por el temblor de mi mano, pero conseguí abrir la lata, de una explosión burbujeante que terminó por derramarme la espuma encima. Temblando y bañado de cerveza, empecé a relatar la historia bajo la mirada atenta y risueña de aquel amigo que me invitó a beber de buena mañana.

     – Cerraron pronto para mi gusto, con un sueño imposible que poco a poco fue tornando claro, que me hizo salir de ese antro con unas cuantas copas encima y una invitación intrigante. Me encauzó hasta el típico bar de desayunos y devoramos dos Croissants a la plancha con jamón serrano y queso manchego, una de esas aberraciones tan ricas que te da la madrugada, aunque lo que más me alimentaba era su mirada pendiente a mis labios y su risa a mis palabras.

     – Tras los rugidos de un motor, su mirada cambió, se hizo intensa, salvaje, “vámonos ya” me dijo y en lo que recogí el cambio ya estábamos en su casa, pegados en un beso, arrancándonos la piel a caricias, abriendo la puerta del dormitorio a golpes de espalda. Éramos dos animales en celo prendidos en llamas. Y luego…

    -¿Y luego? ¿Qué paso?

    Tras un trago de la lata medio llena respondí con dramatismo.

     -… Luego vino el cazador. 

     – El sol estaba comenzando a asomar por el lejano horizonte. El rasgar de la llave en la puerta principal, hizo parar a mi dama de ojos verdes y empujarme en un aviso, era su marido y sabía perfectamente que le caía mal, así que entré en el pequeño balcón que tenía habitación, con miedo y sin ropa, pendiente a cualquier sonido, corrí las cortinas con saña buscando escondrijo. 

     – Tras ruidos indefinidos en una espera eterna que duró unos segundos, escuche una pregunta, “¿pero tú no te ibas de caza?” Fue suficiente para mí, el pánico se apoderó de mí y salté por el balcón.

     – ¿Y no te mataste? Me preguntó mi confidente abriéndome otra cerveza para que no perdiera el tino.

     – Era un primer piso, tan solo fue un buen golpe. Me dolió más el zapato.

     – ¿Qué zapato?

     – No sé cómo, ella me tiró la ropa, los zapatos cayeron sobre mi cabeza, comencé a vestirme de manera desesperada cuando en la calle empezaban a pararse la gente que pasaba caminando.

     – ¿Y que pasó?

     – Sonó un disparo.

     – ¿Te disparó el marido?

     – En verdad creo que fue un portazo, pero no pare de correr hasta llegar aquí.

     – Menuda aventura, oye, ¿Qué haces esta noche? Vamos a salir por Verónicas.

     – Es que tengo planes.

     – Vamos, ¿Qué vas a hacer mejor que correrte una juerga con nosotros?

     – Volver al sitio donde la conocí.

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  • Atardecer

    Sugerencia de escritura del día
    Cuéntanos una lección que te gustaría haber aprendido antes.

    Yo, que para no morir calcinado, en la alegría de la mañana del domingo, busco la sombra nublada de martes resguardado en la semana, en los días de lluvia intensa, en los cuartos sin ventana, en algún lugar del recuerdo, donde la tinta fluya, donde el mar forme crestas sobre aquellas, que por un poco de amor, pusieron rosas sobre mi epitafio, desafiando la triste penumbra de mis días raros con carmín rojo en mi mirada y sombras chinescas sobre su regazo. 

    Todo eso se fue hace años, con el sol de mediodía, reventando las piedras tristes sobre el rugoso asfalto. Como soledad en viernes de blanca brisa de verano, donde Apolo sueña con el invierno más cerrado, desciendo las calles en hojas grises de recuerdos alados, donde mojo mi pluma cuando no me quedan mundos en el universo.

    Röyksopp – What Else Is There

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  • Latas en el río

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Guardas rencor por algo? Cuéntanos por qué.

     – Se mueren los peces, el río baja tan contaminado que dentro de nada bajará verde tóxico.

     – Seguro que la culpa la tienen las fábricas y los pesticidas que usan en la agricultura.

     – Y de la gente, que tira basura al río, hay basura flotando, botellas de plástico y esas cosas.

     – Antes nos íbamos a bañar al río, ahora no dejan.

     – Pero es que antes éramos diez o doce los que lo hacíamos, ahora somos muchos y todos contaminamos.

     – ¿Entonces crees que el problema de la contaminación es que somos muchos?

     – Fíjate, aunque todos fuéramos muy limpios,  si a ti se te cae al río una vez una lata de refresco, tu paso no se notaría, ¿verdad?

     – Claro que no, es insignificante.

     – Si a todos los del pueblo, que somos buena gente, se nos cae al río sin querer una lata de refresco, ¿cuántas latas habría en el río?

     – Pues no sé, unas veinte mil.

     – Imagínate ahora, todos los pueblos que están en la orilla y que casi todo lo que caiga en el río va al mar. Ya no son solo las fábricas, somos todos.

     – ¿Y qué hacemos?

     – Buscar otro río.

    Xoel Lopez – Tierra

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  • Desordenado cuaderno.

    Sugerencia de escritura del día
    ¿Por qué tienes un blog?

    Preso en mi cómoda cárcel de monedas a cambio, la esperaba en las noches, aburrida de exhibir sus curvas sobre neón, en danzas tribales, de intercambios de mirada, de ritmos monótonos, de bucles de bombo y lamentos sintéticos, con labios de fresa y aroma verde, terroso y amaderado.

    En mi espera, arañaba el papel con tinta de lamentos, con promesas destinadas al olvido, con plegarias ignoradas del acervo divino, de cruce de dedos, de corazones rotos por no haber vivido. Lágrimas invisibles tras sonrisas de paso, en un vuelva pronto pero déjeme aquí, escribiendo mi espera, en mi amnesia del tiempo.

    Hoy, desempolvando trastos inútiles en el almacén de olvidos premeditados, encontré mi viejo cuaderno de heridas en verso y llantos enfrascados, limpié con la manga el polvo que había entre párrafos y estrofas, busqué al azar esperando antigua vergüenza de cansinos sentimientos de culpa que paralizaban antaño las ganas de salir huyendo. 

    Encontré sucias canciones mudas, sin voz que la entonaran, pintarrajos de rabia contenida, perdida por no hacer nada, pasión impresa en tono desesperado, de la esquiva sensación de no ser amado, en respuesta a no saber ser visto o no haberlo intentado, también risas flojas, sencillas carcajadas, apretadas en renglones torcidos de un dios primitivo, que miraba para otro lado, cuando flirteaba con Lilith en el baño de empleados.

    Recordé que no solo era exorcismo de dolor y rabia, eran canción de la brisa, de las melodías de Silvio y del tronar de las barricadas, de la electricidad estática, que dejaba al vinilo chispas acústicas y que también dejaban surcos de tinta en mis delirios, dejándome con las ganas de sangrar mejor y no padecer en vano.

    Atari Teenage Riot – Activate
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