Liturgia de un deseo

Silueta joven observando un rayo de luz a través de una grieta en una pared, como si descubriera algo prohibido, con vapor y formas borrosas al fondo. Escena simbólica de curiosidad e inocencia.

Se sentía sucio.
Sus manos, sus ojos, su piel.
Todo supuraba un hedor vil a verbos condenados, a lujuria o fornicio.
En la autocomplacencia estaba el castigo, pero esto era aún peor.

Y sin embargo la tentación —¿qué iba a entender yo de instinto?— era más fuerte.

Ahí estaba: contemplando la delgada línea de sus curvas.
El chasquido eléctrico de la ropa deslizándose,
esa sonrisa etérea que más allá de sus sueños quería heredar a los míos.
Resbalándome con ella:
en el ruido del agua de la ducha,
en su respiración reclamando caricias,
en mis manos rompiendo en lágrimas.

Oscuro es el castigo por solo poder mirar.
Aquel día frío en gimnasia.
El ladrillo quebrado y su grieta en las duchas.
La mano que me alzó por la oreja.
El pecado, decían, se escarmenta en varas,
en cruz de rodillas,
con la pared por testigo.
Esa misma pared que antes acariciaba mis mejillas
en el ocaso de mi olvido.

Tras tanto tiempo sangrando,
de conocer el “pecado”,
de procesiones ocultas por temor al látigo,
de esquivar el dedo firme de quien teme mis instintos,
entendí algo:La mirada casual, inocente, de aquel niño
no mereció jamás tal castigo.

Joaquin Sabina – Pongamos que Hablo de Madrid

¿Qué fue lo primero que te hicieron sentir “pecado” siendo inocente?

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Comentarios

6 respuestas a “Liturgia de un deseo”

  1. Avatar de BDEB

    Algo aún más inocente, mentir y engañar a los mayores, aunque las culpables eran mis primas (mayores que yo) obligadas por mi tía a ir a misa todos los domingos, pero al llegar a una plazoleta cercana a la iglesia decidían que la conversación de sus amigas era más interesante que la del cura.
    Un día nos acompañaba mi hermana pequeña (no era chivata, pero todo lo que veía y escuchaba lo decía) nada más llegó a mi casa se lo soltó a mi madre, y aunque la regañina no fue grande (afortunadamente ella no le contaría a su hermana) pero yo sentí que habíamos cometido un gran pecado… ya ves.
    Inocencia de niños.

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    1. Avatar de El Onironauta

      Cuando llegue a Canarias, aterricé en un pueblo pequeño. Pocos habitantes y mucha paz. Costumbres antiguas. Los domingos, la misa era obligatoria. Te mandaban a ello tus padres, si no, tus vecinos. Aún así nos escapabamos a las huertas y nos moríamos de culpa luego a ver salir a la gente de la vieja iglesia. Los niños de hoy, por suerte, no tienen obligaciones con el Dios del castigo. Aunque hay algo que no van a tener jamás. La sensación de libertad de huir de la sentencia de un día de sermón.
      Gratos sueños.

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  2. Avatar de BDEB

    Se me olvidó algo, la canción me encanta, Sabina me encanta.

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  3. Avatar de Esther

    No te lo vas a creer pero en mi primera confesión para mi Primera comunión tuve que mentir para poder confesar algo pero la suciedad la sentí por primera vez con 9, cuando un cura no me quiso dar la comunión por llevar los bracillos descubiertos, «cuando vuelvas vestida, comulgarás», osea, que el muy gorrino, me vio adulta y desnuda. Mi abuela Luisa que era una mujer sabia me dijo entonces, «¡olvidate de lo que te ha dicho!; será sacerdote pero además de ser un pobre hombre, es un necio.» Con eso que me dijo mi abuela le devolví la suciedad al destinatario.

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    1. Avatar de El Onironauta

      Menos mal, a esa edad, ese tipo de palabras de apoyo es vital. El sentido de culpa en un niño es un peso considerable. La iglesia católica maltrato a muchos niños con la idea del pecado y del infierno. Sobre todo a las niñas, considerándolas el inicio del pecado. Que triste pasado en el que los más pequeños, los que no entendían nada, eran considerados malvados por obedecer al instinto. Pero en tu caso ni eso, era una cuestión de comodidad.
      Gratos sueños.

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      1. Avatar de Esther

        Para ti también, que lo sean :)))

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