980 puntos

Tras un resbalón absurdo, llega la peor oficina del otro mundo: un sistema de puntos decide tu destino. 980 puntos, normas inventadas y la burocracia celestial en modo ironía. ¿A qué acudirías tú, al limbo o al curso puente?

Mi cabeza, en constante deterioro, no retiene mucha información. Sé vagar por las calles, a duras penas caminando, arrastrando los pies mientras ando. Emito un sonido lastimero; es así como se sabe que he llegado. El olor es lo peor: la descomposición es lenta, pero avanza; lo veo. Es el mayor síntoma de estar muerto.

Hace poco no lo estaba. Pero la mala fortuna me quitó ese don: resbalar en el instante preciso, hacer crujir el cráneo contra un asfalto lo suficientemente duro y, como resultado más fatídico, morir en un chiste. Ya está hecho; ahora mi cuerpo vaga en silencio.

Tuve elección, lo sé. Hubo un túnel oscuro, una luz que guiaba, un juicio y la posibilidad de escoger un destino.

—Recapitulemos.

  • Amor a una madre ausente: 50 puntos
  • Ansias de tenedor y cuchara: −15 puntos
  • Sacrificio por mantener la familia: 80 puntos
  • Mal genio al despertar: −30 puntos

—En total tenemos 980 puntos. Es una cifra decente. Tenemos además el atenuante del sentido de la ética muy desarrollado y el agravante de no haber seguido ninguna religión mayoritaria.

—Pero veo que todas son válidas; no existe una única religión.

—Sí, pero tú te inventabas la tuya. ¿Qué es eso de que Dios perdona por acariciar perritos? ¿Cómo que robar está bien si a la víctima no le afecta?

—Yo veo que aceptas religiones con mandamientos muy distintos.

—En verdad son solo guías de conducta. Simplemente te ayudan a conseguir puntos para tu calificación final.

—Vale, tengo 980 puntos. ¿Qué hago con ellos?

—Pues al paraíso no puedes ir; para eso necesitas superar los 1.000. Pero te puedo ofrecer un limbo de 900 puntos, con posibilidad de revisión cada 500 años. Con 950 tienes la opción de hacer un curso puente para el paraíso de alguna religión menor. Hay uno en la que te encierran en una cueva con la copia de tus familiares; la emitimos en la televisión local y la gente apuesta.

—¿No existe la reencarnación?

—Sí, pero debes tener al menos 1.500 puntos (1.600 si te reencarnas en gatito). Puedes reencarnarte en bicho por 100, pero no te lo aconsejo: vuelves aquí al mes sin apenas puntos.

—¿Y volver como fantasma?

—Para eso hace falta una muerte traumática; se concede prórroga si justificas que dejaste algo importante por hacer.

—Mi muerte ha sido traumática —dije yo.

—No confundamos términos: tu muerte ha sido absurda.

—¿No hay alguna forma de volver?

—Bueno, sí hay una, pero no sé si te va a gustar. Aunque tienes un buen recuento luego, hay que esperar algo.

—A mí me parece buena idea —respondí.

—Tú sabrás. ¡Miguel! ¡Gabriel! Aquí tenéis un candidato para el Apocalipsis.

“Vamos”.

Laibach – Jesus Crhist Superstar

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Comentarios

4 respuestas a “980 puntos”

  1. Avatar de BDEB

    Creo que 980 puntos son muchos puntos eh!! Debe uno haberse portado muy bien este mundo, no sé yo si muchos llegaremos a conseguirlos.
    Me ha encantado la historia Oniro, no sé yo que elegiría…
    Saludos.

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    1. Avatar de El Onironauta

      Yo espero portarme muy bien para reencarnarme en gatito, y si es en uno de los míos mejor, que viven como reyes.
      Gratos sueños.

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  2. Avatar de Eva

    Qué bueno Onironauta! Me he sorprendido haciendo mi propio recuento de puntos… acariciar perritos me da puntos creo, lo de estar en las nubes se me da bien, pero no sé si suma o resta… y ¿en qué me reencarno?… parece que la vida ultraterrena es complicada ¿eh?

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    1. Avatar de El Onironauta

      Pues de algo así salió este relato, de un comentario entre amigos en plan «carnet de puntos para una moralidad sana». Terminamos todos sumando o restando, implementando normas. Salí de esa reunión exigiendo mi reencarnación en gato. A ver si es verdad y tengo éxito diseñando «mas allas».
      Gratos sueños.

      *Acariciar perritos siempre da puntos, pero coyotes, zorros y lobos, por mucho que nos gusten, no.

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Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.