
Querido diario,
Desperté, pero quería seguir durmiendo. Tenía el sabor rosa de una aventura que se esfumaba de mi mente, su perfume a rosas se disipaba dejándome solo con la sensación de cansancio. No quise dejarlo pasar; quería recuperar la memoria onírica y atrapar una buena historia para mi diario. Sabía que podía retomarlo aunque lo hubiera olvidado.
Me relajé y me dejé llevar. Me invadió el frescor de una ventana abierta, de brisas de verano de pueblo con olor a azahar, sonaba una verbena lejana, fiesta de pueblo y alegría vieja. Al girarme en la cama en la que todavía estaba, percibí su calor, el roce de su cuerpo, la caricia de su espalda al aproximarse. Ella se giró y posó su azul sonrisa sobre mí y dijo:
—Te has quedado dormido.
La pasión de mis labios explotó sobre los suyos, y ella me los permitió rozar un instante, un largo instante que me hizo querer más, pero ella me apartó, suave como la brisa cargada de risas que entraba por la ventana. Se incorporó y me dijo:
—Te has quedado dormido.
No quise conformarme y ella cedió a mi caricia; sus ojos se cerraron y su cuerpo se arqueó entre mis manos. Pero hubo algo en ella que no pudo sostener: una sonrisa que se rompió en risa y le hizo mirarme para decirme:
—Te has quedado dormido.
—Pero, ¿no me ves? Estoy bien despierto.
—¡No! Te has quedado dormido.
Entonces, frente a su cuerpo semidesnudo, me di cuenta del sueño… y desperté. La luz del sol me abrazaba, el sobresalto llegó con una reprimenda del despertador apagado, contándome que llegaba tarde. Pensé si en verdad era buena idea esto de apuntar mis experiencias en el reino de Oniros; no solo llegaba tarde a trabajar, sino que además no iba a recuperar tan buena compañía esta noche.
Anni B. Sweet – Buen Viaje
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.