
Sentí que era el final cuando te cortaste el pelo, prescindiste de tus rizos negros para aligerar tus pasos, y que te llevaran lejos. Me hablaste de la magia del destino, de los senderos perdidos que descubriste navegando, de tu pasión por lo desconocido y el sabor de la aventura en tus labios. Me dijiste, ven conmigo, pero el café quedó frío y el asiento caliente de estar esperando.
Pero los cambios me agotan pronto, suspirar por un hueco vacío en mi corazón me parece enturbiar el aire puro y volverlo marchitó. Así que recordando tus últimas palabras, de cadenas rotas oxidadas por el mar y las prisas por salir corriendo a respirar, te hice caso y comencé a andar.
El camino era raro, embarrado de lodo al principio, regado de almas rotas, gimiendo, pegando con tiritas sus promesas rotas, pidiendo perdón por lo que no hicieron y les pesa el recuerdo de besos caídos de un árbol muerto. Sin querer manchar mis zapatos de lástima, me abrí paso a zancadas, esquivando sombras tristes de aquellos infelices que antes eran osados.
En las calles de colores, aquellas de focos brillantes y ráfagas de tambor, me entretuve un poco más, al ver a la gente bailar, quise mezclarme con ellos, en la seducción del neón, en los delirios de licor de menta y ron. Supe de caricias blindadas de compasión, que buscaban la pasión alada para decirte adiós, en un todo y nada constante, de unos y otros amontonados en sudor. Me deslicé en la oscuridad y nadie supo de mi recuerdo.
Fue en el parque donde la encontré, cabizbaja de suelo errante. Agarraba en su pecho un corazón con grietas que, sangrando a borbotones, se resistía a pararse en seco. Me senté con ella, en silencio, pues también necesitaba un descanso. Ella sintió mi deseo, pero no le hizo caso. Pero esperé paciente a que recuperara el aliento y nos fuimos, juntos, caminando lento.
Fue el viento quien nos juntó las manos.
Janis Joplin – Kozmic Blues
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