
Aurelio miraba pensativo a las palomas, se peleaban por unas migas de pan, que con cuidado depositó frente a ellas. Y es que a él le encantaba observar conflictos, no se perdía los partidos regionales, donde el árbitro discutía de manera feroz con los jugadores bajo la lluvia de insultos del público. Disfrutaba en el mercado, donde clientes y dependientes reñían por la frescura del pescado o por la calidad de las alubias. Por supuesto, no se perdía ni una sola vez la edición del mediodía del telediario.
Ocurrió esta vez algo inaudito. Frente a Aurelio, en el lugar donde las palomas se disputaban el pan, hubo un desgarro en el espacio-tiempo. Una grieta enorme y luminosa quedó suspendida entre los dos árboles que custodiaban la placa conmemorativa al soldado nacional. De ella, entre aleteos y tronar de fanfarrias de trompetas, apareció una figura alada. Vestido con una túnica alba y portando una espada llameante.
– Alabado seas – dijo el ser aparecido ante la mirada de terror de Aurelio. – No temas, pues es Dios, nuestro Señor, quien me envía.
– No me castigues, no me castigues.
– No soy yo quien castigue a los hijos de los hombres. Traigo buenas nuevas para compartir con tu pueblo…
– ¡Oiga! ¿Usted es el arcángel Uriel?
– Este… No. Soy el ángel Ereliel, suplente del querubín, él está de baja maternal.
– ¿De baja maternal? ¿Su señora ha dado a luz?
– No, verá, los ángeles no tenemos sexo, la nuestra es una reproducción divina que ocurre cada doscientos cincuenta millones de años, más o menos. Trescientos millones en caso de los arcángeles. Aunque ese no es el tema, verá, yo vine para…
– ¿Y os cubre vuestra seguridad social el embarazo completo?
– Bueno, no, nuestra reproducción es distinta a la de ustedes, ocurre por disociación molecular y no representa ningún desgaste para nuestro organismo. La baja es más bien para estar presente en la educación de nuestro vástago, ya sabe, enseñarle a volar, a dividir por dos cifras, los peligros del infierno… cosas así. En realidad necesitaba decirle que…
– Ah, muy interesante, entonces existen organismos bien estructurados en las funciones administrativas y sociales del cielo, ¿no?
– Por Dios, claro que sí, llevamos miles de millones de años de evolución, pero esa no es la cuestión que me trajo aquí, señor Malaquías, mi misión es para revelar…
– Aurelio.
– ¿Qué?
– Que me llamo Aurelio, no Malaquías.
– ¿Entonces usted no es Malaquías de La Línea de la Concepción?
– No, señor, Aurelio de Triana.
– Ya se me han vuelto a equivocar en administración.
– Eso debe ser lo que coloquialmente llaman “problemas en el paraíso”
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