
Recuerdo aquel día nublado y triste, hace tanto tiempo que me sabe borroso ya, en la primavera de mis primeros versos, marcado en la memoria del calendario, rodeado en el rojo de los besos más tiernos. Pasé un rato escondido de rabia, pero supiste encontrarme. Tu cabello en ese instante, fue el sol que brillaba dorado, desafiando el gris despertar de la lluvia de otoño. Y me dejaron solo, solo la luz azul de tus ojos, no había más a mi alrededor. Tu sonrisa, el mar y un “te quiero” con un adiós en medio.
Me hablaste del calor de los vientos de levante, de la alegría a palmas de primaveras bajo el olivo, de las lágrimas que saltaron por volver a vestir lunares, del perfume de azahar que a tu cuello se agarra, salvaje. Quise creer pasear por el río contigo de la mano, burlar la curva de los girasoles, agarrando tu cintura, alrededor de faroles y caballos, danzando a ritmo de una guitarra.
El abrazo no quería terminar solo, me quemaste los labios con tu dedo y el adiós murió en deseo.
Sr. Chinarro – Gitana
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