
Al tocar la imagen en el espejo, comprendió. Tenía la misma expresión de melancolía, el mismo verde esmeralda en su mirada, la misma melena caída en los hombros que se revelaba en rizos inconformes.
Pero era diferente.
Su piel tenía un tacto más suave, como de terciopelo. Tenía coquetería felina en la mirada y astucia en la sonrisa. Hasta la voz que no escuchaba quería parecer más fina, como una melodía desenfadada de risas y canto. Una comunión de amor y rasgos faciales que le hizo quererse ver de lejos.
Así que dio tres pasos atrás.
Con la picardía de una danza del vientre a oscuras, se fue desnudando, desprendiendo su ropa en movimientos lentos, hasta quedar a su alrededor, en el suelo. En el espejo habitaba una dama, cobijada de piel blanca, como el asombro de su rostro.
En ese mismo instante entendió que él amaba profundamente a su yo femenino.
Faith No More – Underwater Love
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.