
La cafetera pitaba con alegría, como complemento de un despertador que no dejaba de sonar, con desgana la retiró del fuego y se sirvió. Con la mirada perdida y el pensamiento espeso como el alquitrán, soñaba, no meditaba, con un día sin la necesidad de madrugar.
– ¡Eh, oye!
El sobresalto le hizo golpear la mesa y derramar algo de café. Con el corazón en un puño, se quedó mirando alrededor, no sabía de dónde venía esa vocecilla.
– ¡Bro! ¿Qué te pasa? Casi me tiras.
– ¿Pero qué es esto? ¿Quién eres?
– ¿Pero no ves que soy yo quien te está hablando?
– ¡Pues no, no veo quién me está hablando!
– ¡Joder! Qué espeso estás hoy, soy el café. Venga, tómame, ya que vas a llegar tarde.
– ¡Dios! Ya pasó, ya me volví loco.
– No, hombre, no estás loco.
– Pero ¿cómo no voy a estar loco si estoy hablando con el café?
– Ah, claro, entiendo, es que te han llegado ahora.
– ¿Qué cojones me ha llegado ahora?
– Tus poderes, un poco mayorcito, ¿no? Que tienes, ¿casi cuarenta?
– ¿Pero qué poderes? Si yo no creo ni en poderes ni en milagros.
– A ver, qué tan tonto no puedes ser. ¿Has oído hablar de consultar los posos del café?
– Algo he oído.
– Pues has despertado ese poder. Así que bébeme y te voy diciendo.
– ¿Puedes adivinar el futuro?
– Hombre… Esto es como todo, yo puedo adivinarte el presente, todo lo más el futuro inmediato, pero mientras hablamos ya es presente.
– Pero lo de los posos del café era un método adivinatorio, ¿no?
– Sí, claro, pero para eso tienes que usar café con cierta calidad. El que tú usas es malo, no lo siguiente. Compra café del bueno y tendrás previsiones de hasta un año. Con el Kopi Luwak creo que consigues un rango de visión de 25 años. Aunque hay uno importado de Colombia que no está mal de precio.
– Vale, qué me puedes decir ahora, con los medios que tenemos.
– Que estás amargado por tener que ir a trabajar, que estás deprimido porque no ligas y que eso es normal porque no hay quien te aguante. ¡Ah, sí! Que tienes que ir al dentista, que tienes una caries en la segunda muela del tercer cuadrante que casi llega a la raíz.
– ¿Del ruido del coche me puedes decir algo?
– Comprate un café decente, anda.
– ¿Con eso podré averiguar el futuro de otras personas?
– Claro que sí.
– Pues me voy corriendo a comprar café.
– Claro, pero tómame primero, que me voy a enfriar…
Tras conocer el portazo de despedida, se materializó un diminuto ser. Veinte centímetros de carcajadas con forma humana, piel color aceituna y orejas de punta. Se reía tanto que a duras penas se tenía en pie. Pronto apareció otro, parecía un poco mayor y bastante más serio, acercándose al más risueño, le dijo;
– Te has pasado un poco con el humano, no solo le robas el café sino que además exiges calidad. A ver qué dice de esto la ley de Urisk.
Phoebe Bridge (The Cure cover) – Friday Im in Love
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