
I – Grito
Su camino cansado irrumpió en las grietas formadas en la arena, deshaciéndolas en polvo al pasar. Al parar su marcha observo el entorno. Aves negras alrededor formando círculos concéntricos, lastimosos árboles sedientos en espera del sortilegio de invierno o de una muerte anunciada. Golpeó su cayado de rama nudosa fuerte en el suelo y gritó.
Gritó al aire con rabia. Rompiendo la paz de los pájaros que huyeron presa del pánico, los pocos animales que había en el terreno, también lo hicieron.
II – Oración
El anciano se sentó, alzó las manos en alto y empezó su cántico. La melodía, expulsada desde sus pulmones, pasaba por su garganta, nariz y boca y era desparramado al ambiente. El aire transportaba su rezo al cielo y este respondía con una vibración. Cada átomo de la atmósfera del lugar que le rodeaba se estremecía esperando ser ordenados.
El hombre alzó la vista, agarró su bastón y se levantó
Silencio.
III – Danza
Su movimiento era suave, pausado. Su oración fue entonada de nuevo, sonidos graves de frases profundas que generaban contracción y dilatación en sus músculos, creando un ritmo al compás del movimiento. Una danza que empezaba en él y se expandía en sintonía con el aire, la temperatura variable del ambiente, las moléculas dispersas de humedad latente que, en un efecto Pigmalión cuántico. La brisa fue creando nubes negras que fue colapsando el cielo, eclipsando un débil sol cuyos rayos intentaban sobresalir entre los recovecos de los estratos.
Paró un instante y miró la nubosidad en proceso de formación.
IV – Lluvia
El anciano golpeó firme el terreno con el pie izquierdo, una gota cayó sobre su frente y sonrió.
Las nubes se deshicieron en una lluvia suave y continua que pronto empapó la tierra convirtiéndola en barro.
Su camino cansado se abrió paso entre los charcos en busca de cobijo.
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