
Y sin saber cómo, llegó.
Melodía de libélulas en vuelo rasante al compás de la tarde, vals de aves de tonos apagados en sintonía con el mecer de las ramas de los árboles. Las últimas gotas del calor del verano se depositaban en pinceladas de luz, despojando a las flores de sus pétalos, llevando su perfume lejos en el viento.
Y sin saber por qué, anocheció.
El sol se llevó el color, arrastró sus rayos absorbiendo el verde de las ramas agitadas. Fue arrancado el azul de los lirios y quedaron lánguidos y mustios, el rojo y el amarillo de las mariposas quedaron manchados de gris, su vuelo se volvió lento y cayeron como hojas marchitas de árboles secos esperando su fin.
Y sin saber cuándo, apareció la luna.
En blanco y negro quedó el paisaje, las enredaderas, en un saludo a Selene, abrieron sus campanillas blancas ante su resplandor. De los troncos huecos salieron, amenazando a la oscuridad con sus cabriolas, luciérnagas de tonos brillantes que bailaban a la noche, orquestadas por el aullar de la penumbra.
Y sin querer saber, despertó.
Pauline en la Playa – Un Bosque
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