
– En asuntos de atracción es todo una sucesión de intenciones. Pásame el destornillador, ese, el de estrellas.
– Pero, Javi, ¿cómo puedo saber si le gustó?
– No lo sabrás.
– ¿Entonces, cómo puedo hacer, me aterra el rechazo?
– A lo que me refiero es que no hay una fórmula matemática, no podemos aplicar una ley como la de la atracción de Newton, no nos atraemos sin más cómo ocurre con las partículas. Pásame la abrazadera, corre.
– ¿Y qué hago, Javi?
– Atrévete, haz el tonto, llámale la atención, pero dile algo. Dame la hexagonal, la del 15.
– ¿Le digo que me gusta?
– Puedes, pero le quitarás la gracia. ¿Ya has hablado con ella? Dame las bujías… de una en una.
– No, no sé qué decirle.
– ¿Te has fijado si te mira? Pero tú la miras, ¿no?
– Sí, claro que la miro, pero no sé si se ha dado cuenta. Aparto la mirada enseguida.
– Cuando consigas un cruce de miradas, ocurrirá algo mágico. Pásame la hexagonal.
– ¿Conseguiré gustarle?
– Conseguirás llamarle la atención, gustarle es otra cosa, a veces instantáneo, a veces ocurre más lento. Muchas veces no ocurre.
– Pero ¿qué pasa si me dice que no?
– Qué lo habrás intentado, y en ese caso espero que su rechazo sea tan digno como la manera en que haya sido tu intento. Venga, súbete y dale al contacto.
– ¡Hala, arranca!
– Si ya te lo decía yo, que al coche del abuelo solo le faltaban un par de ajustes, una puesta a punto y listo. Bueno, mi gatita ya ronronea. Cuando te atrevas y le digas algo a la chica te la presto para que la lleves de paseo.
– ¿De verdad? ¡Coño, gracias, bro!
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