
Ella gritó fuerte, en una explosión desde sus pulmones quebrantados de dolor. Su sonido se expandió lejos, más allá de los árboles que la habían capturado en el interior del bosque.
El cuervo se posó en el mismo árbol roto en el que la habían atado. Pendiente a sus tres atacantes, que esperaban las sombras de la noche, para forzar un macabro juego con ella como protagonista.
El que jugaba con ella se dio cuenta de la presencia de la oscura ave y advirtió a los demás. El cuervo graznó tres veces, la mujer asistió desde sus ataduras.
– Mira ese bicho lo grande que es.
– ¿Y qué? Es un cuervo, espántalo y ya está.
– Que es muy grande, Armand, da mal agüero.
– Es solo un pájaro, no tienes miedo del bosque y te lo da un puto pájaro.
La sombra del cuervo se proyectaba justo detrás del bandido. Y de ella salió, con su uniforme de placas brillantes y su capa parda de plumas de cuervo negro, del mismo color que la espada que separó por sorpresa la cabeza del cuerpo del miedoso infeliz, que no pudo comprender lo que pasaba a sus espaldas.
La palabra rápido se hizo lenta para los dos que quedaban, uno agarró su espada, el otro fue ensartado sin tiempo para más que para una última mueca de dolor.
Espada sobre espada que se desafiaron en duelo, chispas azules salían de ellas, pero el sabor del miedo fue esta vez para el tercer facineroso, que no supo del filo del contrario hasta no ver la sangre brotar de su cuello.
La última estocada del caballero de la oscura armadura fue a romper las cadenas de la dama que, dolorida de sus ataduras, cayó sin remedio al suelo.
-Un día no voy a estar cerca para sacarte de los líos en que te metes, bruja.
– Sabes que no será así.
-Claro que no.
Con una leve sonrisa se fundió en la sombra del cuervo que, graznando tres veces, alzó el vuelo. Se lo tragó el anochecer tras la mirada constante de la dama que sonreía mientras se ponía en pie.
Nine Inch Nails – Dead Souls
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