
Ocurrió una fría tarde de abril en mi pequeña cabaña apartada del mundo. El viento soplaba caprichoso entre los árboles y yo, que me había aislado para poder terminar mi libro en la paz del exilio, no soportaba el rumor de la corriente silbando contenta entre los huecos.
“Golpes en la entrada, qué raro, aquí estoy lejos de todo, ¿es la puerta lo que escucho?” «Vengo al bosque en busca de inspiración y me encuentro visitas inesperadas».
Los golpes en la puerta no se querían detener, a un grito de «voy» y, tras ponerme algo de ropa, abrí la puerta con la curiosidad de un gato que escuchaba la señal de un ratón, lo que encontré era algo imposible.
– Hola, no sabía a dónde ir.
Era una joven con una belleza sobrenatural, y tremendamente embarazada. Esperaba al frío de la entrada con la cara de un perrito que mendiga comida. No sabía qué hacer, pero al ver el estado de la muchacha, la invité a pasar sin meditarlo mucho.
– ¿Qué haces por aquí? ¿Te has perdido? Es un lugar un poco extraño para verse sola.
– ¿En verdad no me conoces? – Me contestó mientras su verde mirada centelleaba, no sé muy bien si de disgusto o de tristeza.
– ¿Debía conocerte?
– Ya lo creo.
– Pues no sé de qué.
– Soy Elysia, hija de Nymara.
– ¿Quién?
– ¡Tu musa, coño!
– Yo no tengo musa.
– Claro que sí la tienes, como que soy yo.
– ¡Venga ya! ¿Cómo me puedes demostrar que eso es cierto?
La numen, con cierta pose dramática, se acercó a mí y acarició mi mejilla, elegante, cual bailarina, con el reverso de la mano. No puedo describir lo que pasó después, mi mente empezó a convulsionar, a vomitar ideas. Algunas disparatadas, casi todas fantásticas, un vendaval de palabras encadenadas del que no quería prescindir. Agarré su mano, no quería que parara, pero ella se soltó.
– No seas tan desesperado.- Me dijo, mirándome fijamente. – Es mejor poco a poco.
– Estoy confuso, ¿qué se supone que debo hacer contigo?
– Bueno, me quieres contigo, no sé, podrías cuidarme.
– ¿Y el padre de la criatura está de acuerdo con que yo te tenga aquí?
– No sé, ¿qué piensas tú?
– ¡Ah, no! ¡Eso sí que no!
– Es tuya
– No, no, no, musa loca, no es posible. Será de algún fauno o algo así, yo qué sé. Mío imposible, no se puede, no hemos estado juntos.
– Sí que hemos estado.
– ¿Cuándo?
– Verás, las musas nos quedamos embarazadas cuando el artista va a crear su obra suprema, y tú estás a punto de hacerlo.
– ¿Sin estar juntos físicamente?
– Es algo más íntimo todavía, nuestras mentes se conectan, es un intercambio, yo te inspiro y tú me das tu simiente.
– ¿Y qué vamos a hacer?
– Crear tu libro.
– ¿Y tener tu hijo?
– Hija.
– ¿Qué?
– Que las musas solo tenemos hijas.
– Pero si yo no sé cuidar de un niño humano, ¿cómo voy a…?
– No te preocupes, nosotras crecemos de prisa, y somos autosuficientes en pocos días, solo tienes que querernos y ya nos basta.
– Pero tendré que procuraros alimento y ropa, no sé siquiera qué mas necesitáis.
– Nada, compañía y poco más. Siempre hacemos lo mismo, solo que yo he querido mostrarme.
Me quedé perplejo, pensativo. Se estaba abriendo ante mí un mundo nuevo, extraño, de procedencia divina o mística. Ella me miraba con la intensidad de un misterio. No quería creer lo que estaba pasando, pero a su vez me sentía atraído, fascinado, encantado de que fuera así.
– ¿Qué debo hacer?
Ella me rodeó con sus brazos, apretó su cuerpo sobre el mío de manera que pude percibir su prominente vientre, se acercó a mi oído y me dijo susurrando.
– Solo escribe y nos harás felices.
Eso hice, me senté de nuevo en la silla del escritorio, inserté una hoja en blanco en la vieja Remington, e inicié la ruidosa danza de las teclas al golpear el texto sobre el papel.
Capítulo uno.
Ocurrió una fría tarde de abril en mi pequeña cabaña apartada del mundo, El viento soplaba caprichoso entre los árboles y yo, que me había aislado para poder terminar mi libro en la paz del exilio, no soportaba el rumor de la corriente silbando contenta entre los huecos
Björk – Possibly Maybe
Replica a BDEB Cancelar la respuesta