
El cauce estancado de material de deshecho formaba un río lento, viscoso y pestilente. El barro llamaban a esa sustancia; toda la basura líquida, orgánica o química, iba a parar allí, a que fermentara. Aarón, metido hasta la cintura en dicho fluido, maldecía por cada paso que daba.
– Maldito barro de las narices, ¿quién inventaría esta puta mierda de sistema de drenaje que ni los androides queréis trabajar aquí?
-Haber estudiado jefe.
-Mira quien fue a hablar, el que no pasó los estándares de calidad. Proyecta el mapa, a ver si damos con el atasco, anda.
Un proyector láser apareció del zancudo ayudante del operador y disparó una ráfaga de luz que tomó forma de laberinto de canales. En el centro, un punto rojo parpadeante les decía dónde estaban situados.
-Estamos cerca, hojalata, prepara el taladro.
-Vale jefe, seguro que va a ser tan fácil como siempre.
-Si, yo también lo dudo, enfoca a 40 grados a la izquierda, a una distancia de cinco metros, ahí debía estar el desagüe.
La zona indicada burbujeaba, parecía hervir con rabia, pero la temperatura del lugar decía que no era posible tal cosa.
-Me lo temía, dispara una esfera de plasma, pero que no llegue al suelo, es muy delicado y puede romperse.
Se escuchó un silbido desde el cuerpo del ayudante que terminó en el chapoteo de la esfera entrando en el barro.
-Que empiece la fiesta, prepárate para disparar otra.
-No quedan, jefe.
-Mierda.
La bola de plasma hizo explosión, dejando un estruendoso vacío que empezó a tragarse el lodo. El operario notó el tirón e hizo lo imposible por mantener el equilibrio mientras la marea lo impulsaba al desagüe. Lo que mantenía tapado el desagüe tuvo que haberse movido.
Tras él apareció una forma que, llena de tentáculos ondulantes, le propinó un golpe, le hizo rodar hasta la boca de la alcantarilla, que por suerte estaba drenando bien. De su muñequera salió disparado un pequeño arpón quedó clavado en la pared, estaba engarzado a una cuerda que le dio estabilidad para ponerse en pie.
– Hojalata, prepara los dardos ¿Hojalata?
Nadie respondió.
– Mierda.
Justo delante de él, la masa de lodo fue levantándose hasta conseguir la altura de un oso, empezó a tomar forma, tenía tentáculos en su parte superior y un cuerpo viscoso y rechoncho, parecía una siniestra anémona llena de fango.
– Hojalata, por Dios, ¿dónde estás?
El monstruo se empezó a aproximar reptando, estaba a pocos metros. Rápidamente, se liberó de la sujeción del arpón y saltó hacia un lateral, golpeándose con la pared que había a su izquierda. Tumbado entre el lodo, sin capacidad para reaccionar, la sombra de la mole viscosa empezaba a tapar su cara mientras él luchaba por ponerse en pie entre los restos del fango.
Un resplandor plateado escaló el cuerpo de la criatura, clavando sus tres finas patas en el cuerpo viscoso de la alimaña. Hizo una ráfaga de luces a su compañero humano en busca de instrucciones.
– ¡Hojalata, dale una descarga, rápido!
El lugar se iluminó de un resplandor azul eléctrico, el monstruo empezó a hincharse y explotó desparramando materia gelatinosa por toda la estancia, quedaron hombre y máquina llenos de residuos.
– ¿Me echaba de menos, jefe?
—Un poco sí —dijo Aarón mientras veía cómo el barro se desplazaba lentamente hacia el desagüe. – Tampoco ha sido tan difícil esta vez. ¿Te acuerdas cuando el alcantarillado estaba invadido por las ratas?
– Poco, jefe. Mi módulo de memoria la golpeó aquella grande.
– Dos metros y medio de roedor…
– Esa fue su cena, ¿no, jefe?
– Qué gracioso, no hay nada como el humor androide.
– ¿Me está pidiendo un chiste?
– ¿En qué se parece un Ghorb de alcantarilla con el ministro de relaciones interplanetarias?
– No, por Dios.
– En que los dos andan metidos en mierda. ¡Qué soso es usted, jefe!
System of a Down – B.Y.O.B.
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