
– Mi humano interior es Jack Nicholson. – Dijo el lobo con semblante serio mientras giraba alrededor de la fogata. El amanecer se empezaba a intuir en el claro del bosque y el frío atrajo a muchos animales a esa hoguera mal apagada.
– Pues yo no pude identificar al mío. – Explicaba el castor frente a la lumbre. – Sé que nadaba muy bien y rápido. Le aplaudían cuando salía del agua.
– ¡Qué aburrido, castor! – Contestó el antílope. – Mi humano interior es negro, rápido como una gacela, y tiene un salto que le deja machacar en la canasta. No sé cómo se llama, pero juega en Los Milwaukee Bucks.
– Yo me veo bailar y cantar. – Comentó el mapache – Millones de personas me miran, cuando aparezco todo brilla, hay música muy fuerte y salgo a darlo todo. Creo que soy Michael Jackson, o King África, no sé muy bien.
– Yo percibo que soy Aretha Franklin – Dijo el oso.
– Y yo, Jack el destripador. – Informó el pavo.
El fuego comenzó a extinguirse y la luz del amanecer empezaba a inundar el claro del bosque. El coyote contemplaba a lo lejos, sonriendo, sin perder detalle. Jabalí, que pasaba por allí en su paseo matutino, le preguntó.
– ¿Qué está pasado ahí? Menudo colocón que llevan, ¿no?
– Esta noche vinieron unos señores, hicieron una hoguera y, entre canto y danza, cocinaron un brebaje en un caldero. Cuando se marcharon los humanos, estos de ahí quisieron comer de las sobras. Tenías que verlos revolverse y saltar. Venga, anímate y comprueba cuál es tu humano interior.
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