
El velero navegaba con brío sobre el viento de una estrella, surcando un sistema planetario, en busca de algún tesoro a la deriva de alguna civilización extinta.
En su puesto, el vigía, sobre su tonel de pantallas fluoradas en un verde brillante, le inquietó una mancha que se movía sobre la marea de señales. Hizo su medición de rigor y gritó a pleno pulmón.
– ¡Atención, Kraken!
El capitán saltó de su sillón en el puente de mando y comunicó presto sus instrucciones.
-Paren las máquinas, rápido, apaguen energía, tenemos que quedarnos a oscuras.
– A la orden, mi capitán.
El monstruo, una bestia negra de varios kilómetros de longitud, chispeaba energía oscura allá a lo lejos. Algo le llamó la atención, abrió sus enormes ojos amarillos y empezó a ondular sus tentáculos. Tomando la dirección adecuada expulsó un chorro de antimateria que le hizo avanzar veloz por el espacio.
– ¿Nos ha visto? – preguntó el comandante de la nave al vigía.
– Sí, mi capitán.
– Timonel, vire a babor, aproveche la inercia y prepárese para una maniobra evasiva.
– Comprendido, mi capitán.
La criatura estaba a poca distancia de la embarcación. Sus tentáculos se estremecían mientras coordinaba su velocidad con la del velero. Su impulso constante hizo rozar la popa de la embarcación. Un enorme y brillante ojo, que abarcaba todo el campo visual, apareció en la escotilla del capitán.
– Rápido, desplieguen las velas.
– Pero capitán, nos va a destrozar, nos va a ver.
– Despliegue las velas, marinero, es una orden.
– Sí, mi capitán.
El trapo se abrió rápidamente y, enojado, se hinchó haciendo galopar al navío de repente. El calamar gigantesco, que esperaba un sutil movimiento, reaccionó acercándose aún más a la rápida embarcación.
– ¡Corten la vela!
– ¿Qué?
– Qué despegues esa vela de esta nave, si no queréis morir devorados por ese bicho, capullos ¿Qué no entendéis?
De un chasquido, la vela salió disparada rumbo al espacio profundo. El Kraken, agitando sus tentáculos velozmente, fue tras su presa, dejando residuos de materia oscura centelleante tras de sí.
– Bien, timonel, diríjase a la estela, recojan toda la materia oscura que pueda. Preparen motores de curvatura antes de que esa criatura se dé cuenta del engaño y vuelva a por nosotros.
– A la orden, mi capitán.
Mago de Oz – La Costa del Silencio
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