Otro mundo

Juan Andrés caminaba cabizbajo y pensativo. Su vida no era un jardín de rosas, pero no se podía quejar. Una familia perfecta, Julia y Mateo, sus gemelos de cinco años le mantenían siempre ocupado, pero los adoraba. Su mujer, Isabel, que era divertida, cariñosa y siempre estaba cuando lo necesitaba. Y, por último y no menos importante, Blacky, su gato negro creador del eterno ronroneo que le daba paz en el descanso.

Trabajaba como contable en una empresa de comercio online, con un cómodo horario de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, muy cerca de su casa, podía ir andando. Contaba con buenas amistades gracias al buen ambiente que se había logrado formar entre sus compañeros, los había descuidado un poco desde el nacimiento de sus hijos, pero sabían comprender y le perdonaban sus ausencias.

Pero había algo que le atormentaba profundamente, ya que por las circunstancias del destino, había acabado siendo un personaje importante en un planeta remoto de una dimensión paralela a la nuestra que existía en la casa de su cuñado José Carlos. Él era el Dios supremo del inframundo de la zona.

Temido y odiado a partes iguales, Juan Andrés, el demonio de Eleonoro, pues así se llamaba también el planeta, tenía una misión fácil y concreta. Atemorizar a la población Eleneoriana para que, con la amenaza del infierno, no se portaran mal.

Esa tarde de sábado, había sentido la llamada del deber, algo que empezaría a remover su quietud hasta que no apareciera en el lugar requerido, así que, tras meditarlo un instante, fue hasta la casa de José Carlos a visitar el universo que demandaba su presencia.

Apareció en medio de una explosión con aroma a azufre y humo blanco ambiental, encerrado en un círculo mágico de contención. Percibió cómo una joven bruja, en medio de una plegaria, suplicaba su presencia.

 – Hola, ¿qué quieres?

 – ¿Eres Juan Andrés, el demonio?

 – Sí, claro.

 – Quiero pruebas.

En ese momento él chasqueó los dedos y, en lo que dura un parpadeo, fueron transportados a un lugar dantesco, un páramo desierto rodeado de ríos de lava y un cielo tormentoso. 

 – Ahora dime, ¿qué quieres?

– Estoy harta de suplicar a Dios por un milagro y desesperadamente ahora me encomiendo a usted.

 – Pero los seres divinos no podemos inmiscuirnos en asuntos de los mortales.

 – Las cosechas se pierden, estamos pasando hambre, vamos a morir.

 – ¿Y qué puedo hacer yo?

 – Pues estaría bien que castigara usted a los señores de la guerra, que son los que estropean la cosecha con sus batallas.

 – Ahora necesito entender por qué hay guerra.

 – Porque nosotros ocupamos sus tierras para poder plantar, para alimentarnos.

 – Se me ocurre una idea ¿Cuál es el metal más codiciado en vuestro mundo?

 – El oro azul, desde luego.

 – Vale, te voy a dar algo que puedes usar para que te dejen plantar en sus tierras. Volveré, libérame y espérame aquí.

El diablo, con la astucia que le caracteriza, aprovechó que sus familiares dormían para sustraer una caja muy significativa para el cometido que tenía pensado. Volviendo al lugar señalado en cuanto le fue posible. Al llegar, la dama le estaba esperando con ansias.

 – Toma, aquí hay algo que os va a ser muy útil. Examina el contenido y dáselo como pago a los dueños de las tierras, ellos notarán su procedencia divina, ya que pertenecen a mi cuñad… A vuestro Dios. Si eres inteligente, copiarás los objetos con vuestro oro azul y los utilizarás con sabiduría.

 – Gracias, señor maligno.

 – No es un regalo, como todo pacto conmigo tiene un precio.

 – Estoy dispuesta, Señor.

 – Cuando mueras, obtendré tu alma, y me ayudarás con mis asuntos cuando yo esté en menesteres más… elevados.

 – Así será.

Con una voluta de humo desapareció de la vista de la joven, ella tenía la sensación de que no había sido un mal negocio y empezó a pensar cómo utilizar la información y los objetos.

Pasaron unos meses y Juan Andrés andaba mucho más relajado. En el parque cercano a su casa se ocupaba de sus hijos cuando una llamada de su cuñado le sorprendió.

 – ¿Hola?

 – Eres un poco cabroncete ¿No?

 – ¿Yo? ¿Qué he hecho ahora?

 – Vale que le hayas dado a mis gamusinos ideas para inventar la economía mundial de Eleonoro, ahora están en una guerra mundial por el poder. Pero haberles regalado mi colección de monedas del mundial 82, eso sí que no. Ya puedes ir pensando cómo vas a recuperarlas.

Ozzy Osbourne – Ordinary Man

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Comentarios

4 respuestas a “Otro mundo”

  1. Avatar de Esther

    Muy bueno, ese es el problema, hombres aburridos con afán de protagonismo pero que no les alcanza, o no les sacia otros simulacros de guerras en el plano real y se enrrolan en otras similares paralelas. Soy de la opinión que ese mismo complejo de no pintar nada en este mundo lleva hoy en día a chicos a ser vulnerables para agrupaciones terroristas. Feliz día.

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    1. Avatar de El Onironauta

      Creo que las guerras siempre tienen varios motivos, lo normal es que sea sobre todo económico. Las guerras son la triste realidad y mirar hacia otro lado el deporte de muchos. ¿Es posible un mundo sin guerras? No lo sé. Somos muchos y luchamos por lo poco que queda.
      Gratos sueños.

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      1. Avatar de Esther

        Dicen que con lo que se produce en comida, por ejemplo, se podría alimentar 5 veces la población de la tierra. Ya sé, no solo de pan vive el hombre. Creo que nos meten en guerras por motivos que van más allá de lo económico. Pensaba también que hay períodos de decadencia en los que las personas sienten cierta ansia de destrucción. Muchos jóvenes y no tan jóvenes celebraron el comienzo de la Primera Guerra Mundial, o la segunda, por ejemplo. Gracias, gratos sueños para ti también.

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  2. […] Publicado por Bloguer 18 el 23 noviembre, 202424 diciembre, 2024 Otro mundo […]

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