
– Hola
– ¿Qué?
– Hola, ¿me entiende?
– ¿Quién eres? ¿Dónde estás?
– Estoy muy lejos, mi nombre no es importante.
– ¿Eres Dios?
– ¿Qué? No, qué va, tan solo soy un científico, verá, es que…
– ¿Andrés?
– No, en verdad me llamo Grfxnfff
– Andrés, sal ya, no sé cómo has conseguido hacer esto, pero ya vale de bromas.
– Que no, que no soy ese tal Andrés… nosotros hemos enlazado una conexión cuántica neuronal que permite una conversación mental fluida que…
– ¡Venga ya!, Andrés, no me hace gracia.
– Señora, esto no es una broma, nos está costando horrores hacer esta conexión.
– ¿De qué conexión me estás hablando?
– Verá, os descubrimos hace tiempo y empezamos a estudiarles…
– ¿A quién? ¿A nuestra familia?
– Defina usted familia, ¿a qué se refiere?
– ¡Coño, a nosotros!
– ¿A ustedes, sí, a la humanidad? ¿se consideran una gran familia?
– Oye, esto no será un truco para robarme la receta de las croquetas.
– ¿Qué? No, no pretendemos robarles información, solo intercambiar ideas y aprender de ustedes.
– Pues ya le digo yo que de las croquetas no te voy a decir nada, ven al bar a comerlas si quieres saber de ellas.
– Señora, que estamos a setecientos cincuenta y cuatro años luz.
– Eso es por lo menos Murcia. Andrés, ¿qué haces en Murcia?
– No, estamos en lo que ustedes llaman KOI4016.01 un planeta habitado más al centro de la galaxia.
– Mira, Andrés, ni sé dónde estás ni me interesa, deja ya de susurrarme la mente.
– Señora, pero ¿usted no es también científica? ¿No tiene curiosidad?
– Ah, no, científico es el que vive en el quinto, yo soy la cocinera del bar Baró, creo que os habéis confundido de neuronas, dejad de retumbarme en la mente ya.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.