
Él abrió el archivo, en cuyo título rezaba “Su helada mirada”. El cursor parpadeaba impaciente sobre un lienzo blanco en la pantalla.
Lorena se resguardaba del aire helado de la montaña…
(No, no me gusta…)
El cursor volvió sobre la línea, desintegrando la curva de las letras al pasar, quedó intermitente, esperando inquieto en el lugar de salida.
El frío de la montaña provocaba que el pálido rostro de Lorena…
(Qué va, horrible…)
La pantalla tornó al blanco de nuevo, palpitando quedó el puntero ávido de palabras.
Ella, helada de frío… El frío hizo erizar… Una helada brisa formaba escarcha en el pelo de la dama…
(Tendré que tomar otro enfoque, este no quiere salir.)
El archivo fue renombrado, ahora su título lucía más cálido; Su ardiente mirada. El cursor, con su paso marcial, se impacientaba por vomitar caracteres a su avance.
Su frente, brillante de calor, discutía con la brisa del mar, pero el danzar de sus caderas desafiaba a la arena ardiendo, en la que se hundían sus pies descalzos. Sorteando turistas y adolescentes, Lorena llegó a la orilla. Él, sorprendido por las curvas que dejaba entrever su transparente pareo, sonrió.
(Sí, ahora sí que me gusta.)
Esta vez, el ritmo armónico del golpear de las teclas, consiguió la ansiada danza de palabras que, abandonadas al avance del alegre cursor, creó una armonía pausada y brillante que mantuvo el baile en alza hasta altas horas de la madrugada.
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