
Aquella tarde, como cualquier tarde detrás de un día de fiesta, tenía ruido en la mente. No un ruido fuerte, de motosierra, de camión de la basura a las tres de la mañana, mientras recoge cristales fragmentados en el contenedor de los suspiros rotos y yo soñando con ella mientras ignoro la consciencia. Mas bien, ruido de batería vacía, sonido sordo de televisión en silencio, donde escuchas los planos de tus pensamientos con gestos de otros, de ventrílocuo en conversación de lenguaje de signos con sombras chinescas.
Quise romper el silencio, por si eso acallaba mi pensar, subir el sonido de aquel tocadiscos viejo, que solo recordaba melodías de Pink Floyd viajando lejos, recreándose en universos de dibujos extraños. Pero solo conseguí martillos desfilando al redoble de cientos de palabras inconexas, que querían acompañar mi cabeza y aumentar la sinfonía de luces que latían dentro de mí, acompañándome cuando el silencio era lo que más necesitaba escuchar.
Decidí escapar de mis pensamientos, vagando por la vereda del paisaje campestre de un cuadro de Van Gogh, pero giraba constante, llenando el vacío de mi razón de largos trazos pastel, llenando de gritos el espacio sobrante y derramando gotas de pintura a modo de lágrimas profundas.
Acallar el ruido de mi mente sería más fácil si te tengo cerca y te derramas en mi sofá, y me tapas con tu piel, cuando el frío de la ausencia de pensamientos araña el compás de mi meditar, aquellas tardes de cansancio acumulado donde robar un beso de tus distraídos labios cuesta un milagro a cambio.
Pink Floyd – Wish You Were Here
Replica a Ruido Blanco – El Mundo de Óscar Cancelar la respuesta