
Está situada en el hombro y sobresale cuando se pone ese vestido que le sienta tan bien, es muy clara, aunque la gente la confunde con un tatuaje, esa marca tiene el color y el relieve para distinguirse como una cicatriz. Su madre le contaba que era de nacimiento, una caprichosa casualidad, pero ella sospechaba que era otra mentira más.
Aunque diferente que antaño, cuando el mero hecho de la sospecha era motivo de implacable persecución y terribles castigos, todavía hoy es motivo de exclusión, de miedo, de cruzar de acera para no pasar a su lado. Siempre hubo un sustantivo asociado a esa marca, bruja, no hay hogueras hambrientas de inocentes hoy en día, solo el vacío que da la soledad y la ausencia del que teme porque no entiende.
No es fortuito que ella entrara en el círculo, frente a toda esa simbología esotérica, ella buscaba respuestas. Entre rezos y actos rituales, el brillo de las velas y los cánticos de invocación soñaba que era cierto, que encontraba en el murmullo de la naturaleza, en la risa del río, corriendo hacia el mar y en la luna llena protectora de mareas y misterios, de cierta manera encajaba.
En un suave resplandor, en el centro del habitáculo apareció que, preso por el pentágono central, se dibujaba la figura del invocado. El humo se disipó, el resplandor de las velas se agudizó. Frente al rumor de los congregados estaba él, un cuerpo humano con cabeza de macho cabrío, con la mirada puesta en ella, esperando.
– La pregunta, niña, dile la pregunta, solo una, ¿recuerdas? – Indicó el maestro de ceremonias algo nervioso. La joven asistió dubitativa, se dirigió al invocado.
– Yo solo quiero saber quién soy, porque llevo esta marca. – Ella mostró el símbolo cicatrizado en el hombro. El ente caprino observó un instante y respondió.
– está ahí porque tú has elegido tenerla.
– Pero… Yo nací con ella.
– Y aun así es tu marca de bruja, la que tú elegiste llevar. La respuesta está en ti y llegará en el momento que hayas decidido hacerlo.
Kendra inquieta, soñó con cuervos negros esa noche, cuervos negros sobrevolando el cadáver de una bruja, que yacía entre humeantes troncos rociados por la lluvia. Al despertar, apenas recordaba nada.
Ozzy Osbourne – Killer of Giants
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