
Fue al terminar la cena cuando le hizo el regalo, estaba en una envoltura tan ostentosa como su contenido, ella posó su juvenil mirada verde sobre los atentos y gastados ojos azul claro de su acompañante y dibujó una sonrisa tan roja como el rubí con forma de fresa que sobresalía del terciopelo negro del interior de la cajita que lo contenía.
– Es precioso – Dijo ella simulando rubor mientras las expertas manos de él apartaba con delicadeza su larga melena para poderle poner el colgante.
– Es un símbolo de amor
– De amor carnal, ¿no?
– Sí.
– Debe de haber costado una fortuna, ¿no?
– En efecto.
Ella agarró el rubí por el extremo de la cadena, se pasó de manera discreta la figura de fresa por la lengua y con una sonrisa pícara dijo;
– Demasiado caro para tan poco sabor. ¿Será usted mas sabroso?
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