
En el transcurso de la vida he ido fabricando una coraza, una armadura, que si bien es traslúcida como las ventanas cuando se empañan, es posible que, en los conjuros impresos para darle la resistencia del caparazón de una tortuga y la flexibilidad de los préstamos de bienes de consumo, encuentres más de mí que en una conversación directa, desnudos, en la cama.
Porque para componer la oración y darle magia en su cometido, tiene que brillar húmeda mi mirada antes de forjar la runa que quedará marcada. Trabajadas con martillo de risas de colibrí y de bellos erizos erizados, clavando púas en el verbo y el predicado y así construir ese yelmo de esperanzas soñadas que permita que verdades rocosas se transformen en mentiras aladas fluyendo lejos en cascadas.
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