
Desde mi ventana, aquella vez, con el rostro en nostálgicos reflejos naranja y rojo, deseando que fuera noche para ver las estrellas y soñar con galaxias, sentía el aroma de frito de barra del bar con serrín en el suelo, olor antiguo de aquel vino que yo no podía y aquella tortilla de camarón, que me parecía enorme y en un momento devoraba.
Desde mi ventana, olor a sal, rumor de palmas y risas, calor de levante. Sonrisa de azahar en aquella playa, de manos heladas y un tierno beso entre las tibias aguas donde se rompen las olas, de ojos cerrados soñando con más, con el sabor de miel en los labios mientras cruzaba el mar, después.
Ya no quedan días de ese verano en el que mi cuerpo rezaba por ti y mi mente se rindió a los lejos, saboreando otros perfumes y tornándolos distantes, pues nadie permanece en tierras de otros, esperando, solo van de paso.
Desde mi ventana calima y viento y alrededor la mar, sintonía de brillo de neón, de lenguaje extraño y caricias cercanas de noche y olvido. De flashes de colores secuestrando tu sonrisa, de vapor etílico desde tu voz y risas y olvido y pasión de verano, que todos los días es carnaval y todas las noches nos despedimos.
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