
Aparecieron de la nada, mientras yo acariciaba de lejos la piel líquida como el deseo, de tu rostro sin nombre. Me sacaron de mi burbuja, deshaciendo el momento, de esa pasión escondida que solo aquí recuerdo.
-¿De qué se me acusa?- Dije. -Veo que sois un ministerio.
– Secuestrador de sueños ajenos, somos la Guardia de Morfeo.
Venimos raudos a apresarte, tenemos pruebas para hacerlo,
ya hay quien pueda acusarte, eres el ladrón de sueños.
No puse ninguna resistencia, amarraron mis brazos con las cuerdas que cosen las pesadillas a la indigestión, silencioso y cabizbajo, por mi lento caminar me empujaron. Mi sonrisa de medio lado no les hizo sospechar y ya entre barrotes ejecuté mi plan.
La pequeña celda en la que me alojaron, hecha de miedo a caer al vacío y desesperación por despecho .me puse a desbaratar la esencia del cansancio, con aroma de café y el llanto de una pardela, dejé a los guardias despiertos confundidos en su cama, mientras yo abría el candado que en mi prisión me atrapaba, con una ganzúa de recuerdos del timbre de una escuela a la hora que salíamos en estampida, así terminé la condena.
Me deslicé por la nube y descendí hasta lo más oculto de tus pensamientos, aquello que en el inconsciente llaman deseo. Allí me esconderé hasta que no se recuerde que me descubrieron robando en tus sueños.
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