
Abrazados, exhaustos, con el alma henchida y la piel erizada por el momento, los dos escuchaban la melodía que llenaba la habitación. El humo flotaba en la oscuridad, rota por el reflejo de la luna llena, que curiosa, se asomaba por la ventana.
– ¿Cuántas han sido?
– ¿Qué?
– Que con cuantas has estado.
– ¡Buff!
– ¿Muchas?
– Recuerdo el nombre de cinco.
– ¿Y las que no recuerdas el nombre?
– Alguna más.
– ¿Y a mí? ¿Me vas a recordar?
– A ti te recordaré por esta canción.
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