
El silencioso brillo de la pantalla, lluvia eléctrica, vísperas a festivo de cansancio acumulado, hace que mis parpados pesen, tanto, que me rindo y abandono, que sean otras manos las que me gobiernen, hoy, en mi descanso. Es un buen momento cuando yo lo consiento.
Luz de tu mano en mi deseo, calor de tu piel refrescada por la brisa, que trae sabor a mis labios, que desordenas mis recuerdos. Mil veces soñé contigo y nunca vi tu rostro. Hoy me visitas de nuevo, esencia de ruborizadas mejillas que se adentra en caricias y me pide salobre bocado de pomácea prohibida, denso respirar que pretende que gimas, ritmo melódico de danza tribal que acelera el movimiento de mis dedos resbalando, sin freno, con el descontrolado control que iza tu espalda convirtiéndola en puente.
Intensa ofrenda que se revela, dulce licor derramado saboreado en ritual, devorándote lento, en la espiral imperfecta que hace que cierres tus ojos y tenses tu cuello. Delirio de encontrarme dentro, profundo, latiendo rápido en movimientos lentos de enredo de tu cuerpo y en mi mirada, tu pelo.
Muerte brusca de ardiente anhelo, el resucitar de brillante tarde de aburrido verano, agonizando en la luz monótona del parpadeo televisado, mientras en un suspiro pienso y te olvido.
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