
– Sí, Jota Te, un año entero, de este mundo, claro, ¿Qué dices? ¿Cuatrocientos dieciséis días terrestres? Pues eso, un año y pico.
La idea de Jonás era no perder el tiempo, aunque, aparte de recoger muestras del suelo y de la insignificante vegetación que había, poco tenía que hacer. Su sueño fue su prisión y con él llegó la soledad de recorrer un inmenso mundo solo para él.
– ¿Te conté ya aquella vez que me vi perdido en mitad del Desierto Rojo Australiano? Sí, quizás peor que aquí. ¿Traes las muestras?
El pequeño androide de extracción le seguía, fiel a sus órdenes, como un perro labrador dispuesto a la caza. Aunque en esta ocasión parecía cansado y se quedaba atrás.
– Jota Te, ¿qué te pasa? ¿Por qué andas tan lento?
De la parte superior del robot empezó a salir humo, Jonás asustado corrió hacia él, agarrando fuerte de la parte lateral para soltar la tapa de mando, tras unas cuantas quemaduras logró extraer el módulo de memoria y salió corriendo hacia la base.
Una vez entró, corrió apresurado hacia el almacén y abrió con cuidado el embalaje de una unidad robótica de extracción de minerales del mismo modelo y le cambió el módulo de memoria. El sonido de arranque del sistema le tranquilizó
– Joder Jota Te, pensaba que te había perdido a ti también.
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