
Hay personas que no comprenden la complicidad de miradas entre el perro y su guía, la sutil comunicación callada, de gestos y pausas, de conversaciones del aire fresco de la mañana. De la intensidad de la sonrisa del hocico y la ferocidad acallada. A esos les aconsejo un gato.
Hay personas que no son capaces de entender el sonido sordo del crepitar del cariño de un gato. La independencia apaciguada del tú no me ordenas pero yo te amo. De la fiereza a la que renuncian sus garras. A esos les recomiendo un tamagotchi.
Hay personas que no saben de la genialidad de creer que lo material también puede ser adorable. Que el aprendizaje lo traen las piedras, el mar y la brisa. Que del fluido de lo etéreo también cae la risa y que no todo es pesar. A esos les invito a una red social.
Hay personas que no ven nada. Que aman el odio, que cierran sus ventanas. Que la voz de la gente le irrita y que el mundo está a sus espaldas. Que el dolor acallado de Gaia es un sin fin de manos, que golpean instrumentos desesperados. A esos, cansado de mí, a esos no les aconsejo nada.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.