
En la esquina de la calle 13 me crucé con tu mirada, sortilegio de brumas del ocaso, quede perdido bajo la escalera del mantra que recitabas. Tu oscuro caminar de gata, y eso que en la noche son todos grises, replicar de cantos de sirena, más allá de la bendición de un connubio en martes a través del océano de la incertidumbre.
Madrugador zurdo en vigilia de Cuaresma, defensor de los fragmentos del espejo de sal cuarteado por la brisa del eco de tu risa, que tintinea en el color del sol en la fragua del abismo de tu cadera.
Y yo que soy aire por no ser viento, muevo el vuelo de tu falda, escupo el silbido de un lamento y ardo en silencio en el instante que me veo morir en el intento de que la chispa prenda el incendio y tú no seas el centro.
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