
Me expulsé del noveno cielo, ya no era dueño de mis actos y mucho menos de mis sueños. Decliné mis alas en busca de la suave brisa de tu aliento y mis plumas rompieron a llorar maldiciendo melodías, ecos de tus malgastados recuerdos.
Deseé urgente tus labios pero se hicieron de barro entre mis manos, se deshizo en mares de llantos y la arena me dejó derrotado en tu desierto.
Busqué la paz ausente arrastrando al verbo encadenado al amor desorientado., pues era oxígeno que alimentaba a mis sueños, que nutría al domador de mis demonios que hoy merodean a su antojo sin rumbo más fijo que el desalojo de tu olvido.
Desfallecí entre el perfume que dominaba a mi parte más humana.
Quedé esclavizado a un ángel y suicidé a mis alas.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.