
– ¡Camarerooo!
– ¿Qué les sirvo?
– Tres jarras de cerveza de barba de Azeroth.
– Aquí tienen.
– Estamos buscando un elfo, ¿hay elfos por aquí?
– ¿Cómo?
– Elfos, larguiruchos, con orejas de punta, hablan raro…
– Sé lo que es un elfo, pero, ¿para qué quieres un elfo?
– Verás, formamos un equipo para una expedición de búsqueda…
– ¿Y tiene que ser elfo?
– Mira, ese tío feo de ahí es un mago humano, yo, todo fuerte y portentoso, enano…
– Ya lo he notado, que eres enano.
– ¿Por mi porte?
– Por tu olor.
– Pues eso, que en todos los equipos de búsqueda tiene que ir un elfo. Arquero, si es posible.
– ¿Y eso de ahí qué es?
– ¿Eso? Ni idea, lo adoptamos como mascota.
– Da como alergia visual.
– Espérate a que hable, eso sí que da grima.
– ¿Qué andáis buscando?
– ¡Coño, un elfo!
– No, me refiero a vuestra misión.
– ah, estamos buscando El Oniromicon. Un libro que quiere este, para no sé qué brujería de las suyas.
– ¿Eso no lo encontráis en librerías?
– Al parecer Lovecraft lo escribió en sueños, y no se acordaba cuando despertó.
– ¿Lo sabe Morfeo?
– Le mandé un email, me dijo que, mientras no lo despertaran, que le da igual. Que no rompiéramos mucho.
– Creo que vais a tener un serio problema con el elfo.
– ¿Por qué?
– Los elfos solo sueñan en las Tierras Imperecederas, fuera de ellas duermen profundamente. ¿No os vale ese trasgo de allá?
– Si no hay más remedio.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.