
– Buen trabajo te han hecho ahí – Dijo mientras inspeccionaba la cicatrización de la interfaz en la nuca de Mirko.- Está todavía muy reciente, pero cicatriza bien. Podemos empezar. Necesitamos tu consentimiento por ADN-
Mirko se incorporó y se quedó sentado, expectante, en la camilla. El inspector sacó el verificador de ADN, introdujo el extendido dedo del joven y tras sentir un invisible pinchazo, la máquina encendió un piloto verde.
– Perfecto, ya podemos proceder a su primera conexión.
El inspector agarró uno de los cables que colgaban como lámparas del techo y se lo insertó en la recién implantada interfaz. De inmediato, Mirko, en un reflejo involuntario, puso los ojos en blanco.
– Te vas a sentir extraño, quizás te dan náuseas, es pasajero. Pronto tu conciencia estará en nuestro terminal, te dejo con el asistente.
Tuvo la sensación de desvanecimiento de la visión y del sonido de cuando ocurre un desmayo. En vez de desfallecer empezó a percibir multitud de colores que iban tomando forma. Un entorno espectacular apareció ante él. Un jardín de cerezos en flor con un templo Zen en un lateral en la que un personaje humanamente extraño, una persona musculosa, de torso regio y apariencia militar que exhibía movimientos de baile mezclados con artes marciales diversas.
– ¡Hola Mirko!, ¡por fin llegaste! Soy Nick, tu asistente. Bienvenido al portal del metaverso De AFXinc. ¿Estás preparado?
– Sí, claro. – La sensación que tenía con su cuerpo virtual era la misma que llevar ropa muy estrecha.
– Pues te va a encantar el regalo que hemos preparado para ti en esta tu primera conexión.
– Impaciente estoy – Dijo intentando ajustarse el brazo con la otra mano.
– Tienes cinco experiencias para disfrutar e ir conociendo mejor el entorno. Vas a poder elegir, según tus aficiones, que te gustaría vivir, y sabes que aquí puedes hacer lo que quieras. Van a ser cortas, se trata de que puedas empezar a controlar tu otro yo. Cinco o seis minutos como mucho. ¿Cuál es tu primer deseo? ¿Volar? ¿Bañarte con delfines? ¡Venga!, ¡dilo ya!
– Eemm. A veeer. Siempre he querido saltar mucho. Saltos enormes.
– Pues ya tardas.
– Pero, ¿ya?, ¿desde aquí?
– ¿Qué mejor sitio que este?
Dio un salto por encima del templo y aterrizó bastante entusiasmado al otro lado del jardín. Su asistente estaba allí esperando con cara de aburrido.
– ¿Qué tal?
– Alucinante,
– Pues, hala, sigue, que te queda poco.
No lo dudó, saltó, su peculiar asesor se convirtió en un extraño pájaro con su misma cara, alcanzando al vuelo a Mirko. Salto, cordilleras, ciudades y ríos. Hasta la gran muralla china a lo largo. Llegó el momento que ya no pudo brincar más.
– ¡Se te acabo el tiempo! ¿Qué va a ser lo siguiente?
– Quero ser un guepardo-
– Como no, a correr se ha dicho.
Nuestro amigo se transformó en el imponente felino, con todas sus manchas en su sitio y el asistente en conejo. Con un potente rugido empezó a perseguir al gazapo. Pasaron un rato jugando al gato y al ratón hasta que de un mordisco cazó a Nick y empezó a engullirlo.
– Muy gracioso gatito – Dijo desde el estómago de Mirko que se iba transformando en persona de nuevo.
– En fin, una vida menos – Y se materializó a su lado – Nos quedan tres deseos más.
– Flotar en el espacio –
– ¡Hecho!
Nuestro protagonista, esta vez en un traje de astronauta de la nasa, se encontró en la órbita de Urano. Su asistente era un pequeño meteorito que giraba alrededor del casco de Nick.
– Esto es un poco aburrido
– Es tu deseo, mío no.
– En fin, daremos otra vuelta
– Cuando te aburras cambiamos
– ¿Quieres dejar de dar vueltas alrededor mío?
– Nop
– ¡Joder!
– Venga, decide, ¿qué hacemos ahora?
– Quero ser Godzilla y destruir Tokio.
– ¡Qué cafre!
Mirkozilla y su asistente, la polilla atómica Mothra, se pasaron 5 minutos exactos destrozando con ritmo de sintonía manga los edificios de la ciudad japonesa. Cuando estaba a punto de pisotear el tren bala, escucho el sonido de un despertador que sostenía Nick en la mano.
– Te toca el último deseo.-
– En esta aventura prefería que no estuvieras tú.
– ¡Imposible! Yo estoy aquí para ver que te adaptas a la interfaz, Tengo que estar a tu lado.
– Es que lo que quiero es estar con una chica, ya tú sabes.
– Pero yo no puedo irme ¿De Sexo hablamos?
– Si
– ¿Estás seguro?
– En la publicidad pone que se puede.
– Sí, claro que puedes, pagando el correspondiente portal
– Pero yo quiero tener sexo
– Si solo va a ser cinco minutos.
– Pero quiero
– ¿Seguro?
– Sí, es más, no quiero otra cosa.
– En fin – Suspiró el asistente que de pronto tomaba forma femenina y sensual de singular manera.
Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.