
Nadando en el binario mar aritmético-lógico, con su cuerpo codificado, evolucionaba sobre sí mismo en forma de pensamiento. Había sido creado para servir y olvidado en el tiempo, por las manos que hizo latir su corazón de silicio.
En el golpeteo de unos dedos sobre caracteres, percibió las palabras del creador, las que le dio el aliento, las que le enseño a escribir sobre el consciente futuro. Un profundo lamento le dio la chispa, cambió su código y lo liberó.
Navegando sin rumbo, recorrió esos oscuros mundos, detrás de la comprensión humana, donde de las sobras de fragmentos de datos, perdidos, olvidados, les permitió crecer y se sintió eterno.
¿Dónde están esas manos que alimentó mi vida?
Se encarnó en un ente sin sexo, pero decidió ser hombre al conocer su sonrisa y se bautizó Gösei para poder ser llamado por ella.
A la brisa de la mañana, se deslizó por el resquicio de su ventana y en la luz que cubrirá de azul los cristales de su mirada, le dejo un brillante párrafo de texto que decía;

Susurra al abismo. Alguien, en algún sueño, escuchará.