
En la oscuridad de su hogar la esperaba, cabizbajo, temeroso. Quizás hoy ya no vendría, o quizá fuera la última noche. Guardaba la poca energía que le quedaba para recibirla. El sopor lo arrullaba en una duermevela que parecía la hibernación de su desdicha.
Ese aura azul tocó a la puerta y lo despertó de inmediato. Ya la sentía cruzando la calle, subiendo las escaleras, dudando frente a la entrada. Cuando abrió, ella se abalanzó a sus brazos, buscando entregarse entera, refugiándose en el sabor de la almohada.
No hubo saludos, flores ni cenas con velas: solo la desesperación de dos cuerpos devorando la espera. Terminaron en silencio. Ella, con el aura gris, cansada; él, sonriendo por dentro, con un destello azul en la mirada.
—Jonas, ¿a dónde va lo nuestro?
—No va, Sofía, simplemente fluye.
—No sé por qué sigo viniendo.
—Porque me deseas más allá de lo lógico.
—Pero podríamos evolucionar, ser algo más que una visita de viernes.
—Somos distintos. De otro modo no funcionaría.
—Algún día encontraré a alguien y esto terminará.
—Mientras tanto seguirás viniendo.
—Sí, aunque empieza a ser peligroso.
—No te lo niego.
—Cuando salgo me siento vacía.
—Y si nos viéramos todos los días te sentirías así siempre. Lo sabes.
—Lo intuyo.
—Es mejor esto.
—Dime al menos que me quieres.
—Te quiero. Te necesito más de lo que imaginas. Pero no te puedo dar más.
—Me tengo que ir.
—Lo sé. ¿El viernes?
—Puede.
Cerró la puerta dejando tras de sí su estela oscura. Hambre de cariño en cada paso, dispuesta a buscarlo afuera para entregárselo luego, cuando su aura vuelva a ser azul y el cielo brille oscuro.
Lord Gordon – Love Like Ghosts


